La mente mueve el pasado como si fueran hierbas frescas del camino, recuerdos que siempre salen a flote de aquellos que nos llevaron de la mano por la vida, los que con su ejemplo nos enseñaron a tener identidad propia. Hoy, con íntimos reproches regresan mis sueños olvidados, a mostrarme los jardines florecidos de la rica genética heredada, en donde nunca hubo tiempo para que germinara la oscuridad, a pesar de las dificultades del camino. Traigo estas cosas a colación hoy que tengo todavía vida, tiempo y plena claridad en la memoria. Fue esta mi primera escuela, el hogar de mis padres por los que siento profunda admiración y agradecimiento, colosos cuyas remembranzas son hoy la sabía escuela de los que tuvimos el honor de nacer en una tierra de fecundas reminiscencias, de libertades, de cultura, de principios y respeto.
Esta es la ciudad de mis mayores, lugar de mi nacimiento “La puerta del sol” por donde entran diariamente los primeros rayos a calentar y dar luz a la ciudad, es aquí donde florecen hermosos los búcaros, las hortensias, las orquídeas, Jazmines y claveles, hermosura que no tiene comparación como tampoco lo tienen sus verdes y belleza de cultivo de trigal, tierra donde el sol convierte las damas verdes en bella alegoría. Fue aquí donde empezaron mis raíces a entrelazarse en el querido y fuerte tronco de los antepasados, regazo de mi amor primero, donde aprendí a tejer mis sueños y a divisar el camino de la esperanza, es aquí donde los ecos reposan dejando en el piso los últimos sueños del día y donde el alma se hincha de músicos, cantores y poetas, crisol que a pesar de la lejanía sigue siendo mi estrella y mi vida, cosida con lazos indescriptibles abonados por el amor, faro cultural donde se quedaron mis años más queridos, tierra de las ricas hormigas culonas, manjar de manjares.
Es aquí donde pareciera que al sonar la gran campana de la iglesia, morara allí dentro una presencia celestial que alentara el ánimo y la fe a la oración que se desgrana y magnífica, por esos rincones donde quedó anclada la huella de los antepasados. La bóveda es fiel a su armonía, el campanario, es manantial que todo lo mitiga.
Siempre he estado orgullosa de haber nacido en “La puerta del sol” de mi querida ciudad, como también me siento orgullosa del mensaje de ese pasado del que no me he perdido nunca, pasado que contiene la urna del corazón de todo lo bueno cocido en el horno de los más grandes alfareros: Mis padres. Allí siguen ellos y sus recuerdos germinando en la oscurana de cada uno de nosotros sus doce hijos como semilla de soles, hoy unos muertos y otros desparramados por el mundo, encadenados siempre a esos lazos íntimos, ciudad eterna y nuestra, de gratos recuerdos y grandes bellezas. Es todo esto lo que nos mantiene unidos y atados a la nostalgia de tu vivir, siempre tan querido y extrañado mi terruño Bucaramanga.
Amanda Niño P.