#OPINIÓN Vamos a seguir eternamente… #21Ago

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“Las leyendas y las historias siempre tendrán la impronta de quien las escribe, la imparcialidad sólo la concede el paso del tiempo y el sosegamiento de las pasiones, pero en algunos casos pareciera que, algunos se dedicaran, como objetivo, a la reavivación y mantenimiento de los conflictos bélicos”.

Jorge Puigbó

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Crecí oyendo la historia del asesinato de un colombiano llamado Jorge Eliecer Gaitán, hecho ocurrido el 9 de abril de 1948. Era niño para poder entender lo que sucedía, pero el recuerdo, avivado y sostenido por las conversaciones de los mayores, me acompañó siempre y a través de los años he podido seguir y palpar las consecuencias derivadas de este crimen, el agravamiento y la perpetuación de la violencia en Colombia y la migración de millones de sus habitantes huyendo de la miseria y de la inseguridad. Gaitán, nacido en 1903, fue un importante personaje político de Colombia, carismático, populista, popular, perteneciente al ala radical del Partido Liberal y cuyo asesinato produjo una explosión social de una violencia inusitada llamada el Bogotazo, que ocasionó cientos de muertes y destrucción de propiedades. Para situarnos y entender cuál era su pensamiento político, extraemos del libro “El pensamiento de Gaitán. Socialismo colombiano y populismo liberal, escrito por José David Barrera González, lo siguiente: “…La realidad, aún desconocida para muchos, es que Gaitán desarrolló la totalidad de su obra política basada en el Socialismo, siendo en ello consistente durante toda su carrera, aun cuando llegó en varias ocasiones a discernir con otros movimientos de objetivos similares. Sus escritos, por dos décadas, varían en autores que cita y conceptos, pero siempre sin cambiar la idea de aplicar el socialismo en Colombia con base en las condiciones materiales y sociales existentes en el país…” El día del Bogotazo, hubo una coincidencia interesante que involucra a uno de los personajes que participarían en el desarrollo de los hechos políticos en América Latina luego de lo ocurrido en Bogotá, ese parteaguas que dio inició al período denominado “La Violencia”, nos referimos a la casual presencia, en esas fechas, de un dirigente estudiantil llamado Fidel Castro, hecho que se expone en un texto publicado el 14 de noviembre de 1976 en el suplemento Lecturas Dominicales, del diario colombiano El Tiempo y del cual copiamos : “… Después de 28 años, el líder relató su participación en el histórico momento. El relato fue grabado por Carlos Franqui, comandante de la Sierra Maestra, director de Radio Rebelde de Cuba y posteriormente del diario ‘Revolución’, de La Habana. La transcripción está contenida textualmente en el libro “Memorias de Franqui” …”, dice Castro en la entrevista: “…Lo que proponía aquel hombre (Gaitán), me convenció de que representaba en aquel entonces una fuerza realmente progresista en Colombia, y que su triunfo sobre la oligarquía estaba descontado…”

Las leyendas y las historias siempre tendrán la impronta de quien las escribe, la imparcialidad sólo la concede el paso del tiempo y el sosegamiento de las pasiones, pero en algunos casos pareciera que, algunos se dedicaran, como objetivo, a la reavivación y mantenimiento de los conflictos bélicos. Despojar a la narración histórica de las distorsiones ideológicas es el primer paso para lograr que los ciudadanos de una nación comiencen a comprenderse, a entender su realidad y aceptarla, sin lo cual es imposible el acercamiento de las facciones creadas por la polarización política. Todos sabemos que allí está el meollo de la cuestión, todos tenemos responsabilidad, aceptar la verdad es muy difícil, aceptar la culpa, la equivocación, siempre ha sido cuesta arriba, pero resulta que, si la población de un país no es capaz de ponerse de acuerdo en un mínimo de condiciones, en un objetivo común, en un sistema aceptado por la mayoría, en fin, en un pacto social, la paz nunca se alcanzará. Intentos de conseguirlo han existido y hay que recordarlos para que las nuevas generaciones los conozcan. Fueron conducidos por gente sensata y entregada al país y como ejemplos emblemáticos tenemos dos acciones políticas concretas, en dos países diferentes, el Pacto de Punto Fijo en Venezuela, firmado por Rómulo Betancourt, Acción Democrática; Rafael Caldera, COPEI, y Jóvito Villalba, URD, el 31 de octubre de 1958,  que permitió la gobernabilidad del país y la superación de los embates de la violencia subversiva armada por un período largo y el llamado Frente Nacional, en Colombia, coalición política impulsada por Alberto Lleras Camargo del Partido Liberal y Laureano Gómez Castro  del Partido Conservador, la cual se concretó, curiosamente, en el mismo año con diferencia de meses, el 7 de agosto de 1958 y tenía como  objetivo principal pacificar el país y restaurar el bipartidismo, allí se estableció la alternancia en el poder de los dos partidos durante los siguientes 16 años, culminando el acuerdo el 7 de agosto de 1974. En Colombia, a pesar de este esfuerzo político, la violencia instituida desde 1946 no cesó y fue evidente la participación de intereses políticos de gobiernos extranjeros en ello, sumándose ahora nuevos factores determinantes como lo son el narcotráfico y el crimen organizado, en contubernio con los grupos guerrilleros marxistas. Para aquellos que olvidan o distorsionan la Historia, el señor Fidel Castro, líder de la revolución comunista de Cuba, señaló en aquel entonces, al Partido Liberal colombiano como traidor a su pueblo por haber aceptado constituir el Frente Nacional. El radicalismo minoritario e irredento no cree en mayorías, ni en democracia.  

Jerónimo Ríos Sierra, en su libro “Historia de la violencia en Colombia, 1946 – 2020. Una mirada territorial”, se refiere a dos ciclos guerrilleros uno a partir de 1959, luego del triunfo de la revolución en Cuba, integrados por las FARC, el ELN y el EPL, y otros surgidos en 1979, el M19, el MAQL y el PRT, los cuales contaron, además, con el apoyo de la revolución nicaragüense. Gustavo Petro, el actual presidente de Colombia fue miembro del M19 y es bueno recordar algunas de sus acciones criminales: “…el Robo de la espada de Bolívar en 1974; el hundimiento del barco Karina; el secuestro del avión Curtiss C-46 de Aeropesca; la toma del Palacio de Justicia en 1985, que al ser retomado por la Fuerza Pública, terminó con el incendio del edificio, la muerte de 98 personas y la desaparición de 11; la creación del  Batallón América en 1986 (unión con el Movimiento Armado Quintín Lame y el Alfaro Vive Carajo de Ecuador, y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru de Perú); la conformación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en 1987…”(Tomada de Wikipedia y editado). Importante es el intento de conformar movimientos guerrilleros de carácter supranacional y la “liberación” de los territorios ocupados por las fuerzas insurgentes, lo cual sigue siendo un objetivo que mantienen estos grupos armados y se constatan en el accionar diario de estos movimientos armados en fronteras binacionales. 

Esta declaración del Presidente de Colombia, del 18 de este mes, puede tener implicaciones oscuras: “Para el bien de Colombia y Venezuela, no debe haber grupos armados binacionales dirigidos por extranjeros en nuestros territorios”, enfatizó, subrayando que las mafias representan una “nueva esclavitud” que amenaza los procesos de cambio en la región…Petro instó a una cooperación internacional entre las inteligencias policiales de Colombia, Venezuela, Estados Unidos, Europa y el mundo árabe para combatir estas mafias y liberar los territorios de su influencia…” ( Noticia de Versión Final).

Jorge Puigbó

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