El mundo lo tiene claro: el gobierno que oprime a Venezuela no es un gobierno, sino un cartel narco-terrorista que amenaza la estabilidad global y muy especialmente la seguridad de nuestro hemisferio. No son especulaciones, ni una campaña orquestada por oposicionistas, tal como se defienden, argumentando con ese guión desgastado, los voceros de la corporación criminal que dirige Nicolás Maduro. Lo han confirmado desde la OFAC, conjuntamente con los Departamentos del Tesoro y de Justicia de los EE. UU., asimismo la Fiscal Pam Bondi y en las últimas horas el Director de la Administración del Control de Drogas (DEA), Mr. Terry Cole. Las pruebas son contundentes. Responden al seguimiento continuado que se viene realizando desde hace muchos años. Basta citar lo dicho recientemente por el Secretario de Estado Marco Rubio: “Nicolás Maduro no es el presidente legítimo de Venezuela, es el líder del Cártel de Los Soles”.
Las democracias de América, conscientes de esta verdad, deben actuar con urgencia para neutralizar esta red criminal que trafica drogas, oro y petróleo, mientras somete a nuestro pueblo al sufrimiento y la miseria. Estamos en presencia de una mafia que se apoya en las instituciones del Estado venezolano para acometer todas esas andanzas, que no se limita a meter miles de toneladas de cocaína a los espacios estadounidenses, porque al mismo tiempo que trafican drogas, se dan otras operaciones entrelazadas con terroristas y bandas delincuenciales plenamente identificadas.
No son rumores, son hechos ciertos, como que la Rampa Presidencial número 4, dispuesta para el uso exclusivo del Presidente de la República de Venezuela, fuera utilizada para la salida de un avión DC 9, el día 11 de abril de 2006; nave que no transportaba pasajeros, pero sí volaba con más de 5.000 kilos de cocaína, cargamento que, posteriormente fuera incautada por autoridades mexicanas en el estado de Campeche. O el avión de la línea Air France, que despegó del Aeropuerto de Maiquetía el día 11 de septiembre de 2013, llevando 31 maletas con 1.382 kilogramos de cocaína, alijo que fuera detectado en el aeropuerto Charles de Gaulle, París.
Todo ese proceso de involucramiento en tráfico de drogas de efectivos militares, policías y civiles, fue denunciado ante el mismísimo Hugo Chávez, por la doctora Mildred Camero (2005) expresidenta de la Comisión Contra Uso Indebido de Drogas, quien recibió como respuesta su destitución del cargo. Seguidamente vino la orden de Chávez de sacar de Venezuela las dependencias de la DEA. Pero esos desplantes no impidieron que se persistiera en las denuncias e investigaciones que han dado lugar a que, al día que corre, haya militares de alto rango procesados en instancias judiciales de EE. UU., como los generales Cliver Alcalá (condenado) y Hugo Carvajal, conocido con el mote de “El Pollo” (en proceso).
Estados Unidos ha intensificado su ofensiva contra el Cartel de los Soles, desmantelando operaciones de narcotráfico, lavado de activos y tráfico de minerales. Se trata de medidas de seguridad para contener la avalancha de narcóticos que impunemente vienen colocando esas mafias, mediante el uso de rutas trazadas en el Mar Caribe. No sólo distribuyen sus nefastas mercancías en EE. UU., también esas lanchas, aviones y submarinos llevan sus cargas a los ámbitos de Europa.
Maduro lloriquea, asustadizo, y grita “están invadiendo a Venezuela”. La verdad, no se ve ni a un soldado gringo en nuestro territorio, como sí ocurre con los miles de cubanos que protagonizan la invasión pagada con petróleo criollo a los hermanos Castro. Si alguien sabe de invasiones, es Maduro y sus huestes represivas que invaden los hogares de familias venezolanas perpetrando los más viles atropellos contra los más elementales derechos humanos.
Hay que dejar muy claro que no se trata de una invasión al territorio de un país soberano, sino de un cerco estratégico para aislar y derrotar a quienes han hecho de Venezuela una plataforma para apuntalar el crimen organizado. Se ha demostrado que el gobierno madurista sostiene vínculos con grupos narcoguerrilleros de origen colombiano como los llamados “ejércitos revolucionarios” del ELN y la FARC (Disidentes de Marquetalia) esos núcleos han protagonizada cruentas guerras en la franja fronteriza colombo venezolana, peleándose la supremacía en esas rutas (La Victoria, en el Arauca y Catatumbo) de las que se valen para mercadear el producto, cada día más elevado, de drogas. Igualmente están coludidos con cárteles de origen mexicano, cuyos detalles de esos entramados y negociados conocen los entes encargados de investigarlos.
Estamos en presencia de mafiosos con jugosas cuentas bancarias, mansiones, aviones, lanchas, submarinos, yates, laboratorios y una variedad de propiedades inmobiliarias mal habidas y valuadas en cientos de millones de dólares; bienes que están siendo decomisados en el extranjero. La justicia internacional se acerca, se profundiza y ya resulta indetenible, y ellos lo saben.
El nerviosismo en las filas del gobierno es evidente. Sus acciones erráticas y los crecientes crímenes de lesa humanidad solo engrosan su expediente criminal. Cada día hay más deserciones desde sus propias filas; nadie quiere permanecer en un barco que se hunde. A nadie le atrae, más bien le aterra, ser involucrado en negociados oscuros ligados al narcotráfico. Los militares, en silencio se preguntan: ¿Estoy en un cuartel o en un “cartel”? Los integrantes de la élite militarista también saben que en los centros de votación instalados en las guarniciones castrenses, el pasado 28 de julio de 2024, la opción encarnada por María Corina y Edmundo González, arrasaron porque fueron apoyados con los sufragios de más del 70% de los integrantes de las tropas y oficiales y suboficiales. Frente a esa realidad se observa a un pueblo, como nunca antes, más unido. Más del 90% de los ciudadanos rechazan a Maduro, son personas provenientes de todos los sectores del país, seres que aspiran que el represor Maduro desaloje el poder que usurpa y que de una vez por todas María Corina Machado y Edmundo González encabecen el ansiado gobierno de transición. El pueblo venezolano decidió cambiar. Ese martirizado pueblo que ha sufrido, aprendido y sacado lecciones de esa tragedia, es cada día más resuelto, valeroso y resiliente. Es un pueblo fortalecido.
El cambio es indetenible, porque así lo decidió el pueblo. Venezuela merece vivir y prosperar en libertad. Ese es el veredicto de nuestra gente, y así será. Juntos, con la participación de todos los ciudadanos de buena voluntad, reconstruiremos este país en paz y libertad. Nadie podrá impedirlo.
Antonio Ledezma
antonioledezma.net