La revolución en las comunicaciones ha irrumpido tan abruptamente en la sociedad moderna que aún no hemos tenido tiempo de darnos cuenta de como ella modificó nuestras conductas y, por supuesto, menos aun, de cómo debiéramos comportarnos frente a la nueva situación.
Antes nos quejábamos de algunos comunicadores sociales que no alcanzaban a discernir el elevado papel que les confiere su profesión, cuando usan los medios para emitir sus propias opiniones sobre la situación política del país, sin molestarse en analizar, con la profundidad debida, las circunstancias sobre las cuales toman partido, pero pretendiendo ser analistas objetivos, de alto coturno y larga experiencia.
Ahora, el problema es más grave, pues las nuevas tecnologías han convertido al ciudadano común en un comunicador social con acceso a miles de escuchas o lectores a través de las redes sociales mediante computadores o teléfonos portátiles.
El problema en sí, no proviene del acceso colectivo a estos dispositivos, que es, más bien, una bendición para el desarrollo de la democracia, sino del uso irresponsable o inconsciente que se hace del medio comunicacional cuando, a través de él, se da rienda suelta a emociones las cuales pretenden ser vendidas como análisis político del momento actual y que van dirigidas a condicionar nuestra acción política inmediata.
Nos encontramos pues ante una situación en la cual cualquier emoción de cualquier ciudadano se convierte, a través de esas nuevas tecnologías, en editoriales propagadores de esas emociones como si ellas fuesen razones objetivas para el análisis y posterior comportamiento político.
Así tenemos que, desde la red, se envían mensajes de pesimismo y desconfianza sobre la participación de la oposición en las elecciones y con una ingenuidad rayana en la estulticia se plantea condicionar la participación “exigiendo” tales y tales condiciones como si estuviésemos ante un adversario democrático y respetuoso de las reglas del juego electoral y democrático. Pareciera que estos señores, después de 14 años, no han entendido como estamos luchando contra una banda de gángsters encorbatados y disfrazados de políticos.
Los usuarios de las redes sociales: sea Factbook o Twuiter deberían hacer acto de contrición ciudadana y darse cuenta de la inmensa responsabilidad que tienen cuando reproducen en sus mensajes palabras de desánimo y desmovilización de la oposición política.
#Opinión: La responsabilidad política Autor: Jóvito Alcides Villalba Vera
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