#OPINIÓN Evocando a Krentz #18Sep

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Una transición política es – por definición – por etapas: No ocurre de un sólo golpe que todo lo transforma. Por mucho desespero que haya por salir de la actual pesadilla es importante que en niveles más serios de la oposición venezolana se entienda bien el concepto.

Lo que aquí se procesa no es sólo la increíblemente corrupta cúpula de la etapa final de un mito fracasado, sino todo un cuarto de siglo de desarticulación e infestación institucional.

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El profundo y complicado problema abarca un enredado entramado que incluye legislaturas, judicaturas, gobernaciones, municipios, instituciones públicas y privadas y – sobre todo – fuerzas del orden descompuestas, desmoralizadas y contaminadas durante toda una generación.

Por si todo esto fuese poco tenemos una impagable montaña de deuda externa y el deterioro de infraestructuras indispensables para una eventual recuperación económica. Y todo tomando muy en cuenta que si muchos sujetos fueron malandros e irresponsables gobernando mucho más podrán serlo desde afuera.

Cualquier observador medianamente coherente entiende que acá no puede haber una salida medianamente estable sin una ruptura entre los distintos rangos de responsabilidad dentro del gobierno.

Por eso viene a cuento el nombre de Egon Krentz. Producto de las entrañas del comunismo y entrenado en Moscú, en 1989 fue quien sustituyó – por apenas 49 días – al sanguinario Honecker al frente de Alemania del Este, justo cuando caía el muro de Berlín.

Siendo importante y casi indispensable en su coyuntura, su caso indica que al abrirse las compuertas de toda una vieja y contenida descomposición social se desata un torrente de fuerzas capaz de arrasar con todo el entramado que encuentre por delante.

Aquí no es posible la caída y mesa limpia” que algunos reclaman – como en su día se hizo con un nazismo militarmente aniquilado – pues es importante que el proceso inmediato se limite al campo político y jurídico, respetando las creencias personales de cada quién. Cada cosa tendrá luego su momento.

El objetivo central del movimiento democrático venezolano siempre debe ser el restablecimiento sostenible de las libertades y de la justicia. Hoy no se trata de obtener una victoria efímera y pírrica como sucedió en 2002, porque del apuro suele quedar solo el cansancio.

Ante la actual coyuntura es más importante que nunca que las principales voces opositoras mantengan la prudencia, la flexibilidad y la compostura indispensables para capear serenamente los múltiples retos que se avecinan, sin descartar automáticamente cualquier opción que aparezca.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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