La escasez de dólares en el torrente económico nacional, provocada por el ineficaz control cambiarío vigente en Venezuela, ha puesto en jaque a todos los sectores productivos. Sin embargo, un sector que ha tomado cierta notoriedad es el relacionado a la industria de la prensa escrita, que afronta un eventual cese de actividades por la falta de papel. Datos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa indican que, en el peor de los escenarios, podrían perderse 30 mil puestos de trabajo, lo cual reflejaría que el mismo número de familias reducirán sensiblemente su poder de consumo.
La fuente del problema está en que el papel periódico, producto no elaborado en el país pese a que el gobierno nacional prometió el funcionamiento de una empresa pública para producirlo en Venezuela, se ha visto retardada por la negativa de los proveedores internacionales a realizar los debidos despachos sin recibir los pagos correspondientes a la gran deuda acumulada por la no liquidación de las divisas. Los diarios más afectados son aquellos de circulación regional que, por razones obvias, su consumo de papel es inferior al de la gran prensa nacional y dependen en buena medida de intermediarios para acceder a esta materia prima.
El gobierno ha dicho, hasta la saciedad, que cuenta con las divisas necesarias para hacer frente a los compromisos internacionales pero los lectores siguen viendo cada vez más delgado el periódico que compran. Algunos analistas, con mucha perspicacia, notan que la prensa oficialista no ha tenido tales inconvenientes por lo cual podría creerse que la no liquidación de divisas para la compra de papel responde a la estrategia de cercenar el derecho a la libre prensa y el endurecimiento de la censura al periodismo independiente.
Me inclino a pensar que la no liquidación de divisas para el papel se debe más al desastre cambiario que vive Venezuela que al interés deliberado de acabar con las lineas editoriales críticas al gobierno. Pero más allá del motivo hay un asunto que es clave: sin periódicos no solo se empobrece el empleado que pierde su salario en esta importante industria sino la ciudadanía en general y la democracia al perder su derecho al acceso a la información. Sin la prensa, la opinión pública se debilita y, en la misma medida, el ejercicio de las libertades civiles y políticas. En este punto se hace evidente que el terco mantenimiento del control de cambio no sólo es antieconómico: también es una brutal violación de derechos humanos según los estándares internacionales.
La crisis del papel
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