Un hogar armado con cuatro latas de zinc, cercado con alambre de púa, al final de una de las calles de tierra en la zona llamada La Invasión, sector Las Casitas de Bobare, fue donde Haime Sofía Chirinos Castillos (21); después de parir un varón de 32 semanas, decidió quitarle la vida al pegarle con una tijera dos veces en el estómago.
Allí vivía con su madre Dulce María Chirinos Castillos y el hermanito de 7 años de edad. Ambas son muy reservadas, pero en especial Haime que por lo general trataba de no dirigirle la palabra a los vecinos y poco sabían de ella.
A escasos metros del rancho, por la parte de atrás, hay un amplío terreno que es usado por los niños y adolescentes como campo de sófball o para jugar futbol. Ese fue el sitio más inmediato que escogió la madre de Haime para dejar el cuerpo del bebé ya muerto, sin imaginarse que ahí tendría que volver para recogerlo y entregarlo a las autoridades.
“Nosotros no sabíamos que estaba embarazada, tal vez andaba fajada… De lo que sí estamos seguro que loca no es, se veía como una persona normal”, contó Henri Camejo, miembro del Consejo Comunal del sector.
Él decidió pronunciarse en nombre de la comunidad por considerar que es un hecho abominable, que debe ser repudiado por tratarse de un asesinato. “Si no quería el bebé debió regalarlo”.
Los vecinos se enteraron de lo que había sucedido después que la sacaron sangrando para el hospital donde los médicos más allá de las explicaciones que daba Haime sabían que se había provocado un aborto. Después de varias horas de presión para conocer el destino del bebé, en el centro de salud lograron la confesión; en la que explicó que el llanto fue la razón de su comportamiento contra el recién nacido. Horas después llegó Dulce (su madre) con el cuerpecito.
Como parte de las investigaciones, los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas acudieron a la vivienda el jueves en la mañana para inspeccionar el lugar del crimen. Los efectivos iban acompañados del hijo mayor de Dulce Chirinos, que vive en otro sector con su esposa.
De Haime decían que estudiaba para aeromoza en Barquisimeto, aunque nunca la veían con el acostumbrado uniforme, pero sí eran comunes sus salidas con diferentes hombres, contaron los vecinos.
Mientras que Dulce trabajaba como obrera en la escuela Francisco de Miranda. Desde hace 7 años estaban viviendo en la zona cuando se realizaron las invasiones y cada quien formó su rancho. Ella estaba en la lista de las personas que esperaban el beneficio de la Misión Vivienda por una casa digna.
Ahora los habitantes no las quieren en la comunidad. Piden que se haga justicia por el crimen que cometieron.
