#ESPECIAL En Lara siembran caraotas donde antes había papa

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“Por aquí lo que hay es caraota”, pronuncian con desconsuelo en sus voces productores paperos y hortaliceros de la zona montañosa de Lara, quienes en este ciclo de invierno no verán que la papa que germina de sus tierras se “ponga bonita” con la lluvia.

La cosecha de julio será de caraota. La falta de semillas certificadas de papa, los obliga a sembrar cualquier otro rubro disponible, aunque no sea el de su costumbre. “Tenemos que hacer algo. Con mucho o poco que sembremos, ayudamos a nuestras familias y nos mantenemos trabajando”, comentó Raúl Torres, productor de Palo Verde y La Tigresa en Andrés Eloy Blanco, municipio que mantenía productivas 12 mil hectáreas, pero ahora sólo registra unas 2.000 hectáreas sembradas.

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Las parcelas ya no lucen el mismo verdor y aunque los lugareños cumplen con la faena con la misma entrega de años atrás, bien sean cultivos de algún grano, maíz, calabacín, lechuga o cebollín, resienten que este rincón larense, reconocido como productor papero, pierda su tradición.

La multiplicación de semillas criolla de papa ya arriba a su tercera vuelta y confiesan que la cuarta podría ser la última por aspectos de rentabilidad. Mientras no haya una renovación genética de los cultivos, los rendimientos menguarán con cada ciclo y los productores verán la migración entre los rubros como una opción inevitable.

La lluvia llega formalmente el 15 de abril, pero las semillas, fertilizantes y agroquímicos siguen siendo los acopios en mora. Este 2017 no habrá tantas papas en la mesa, sino caraotas.

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Puñitos de papa

“Ya no se siembran las 15 o 20 hectáreas de papa de antes. Si acaso unas cinco u ocho… Son unos pocos puñitos de papa”, comentó un productor de Andrés Eloy Blanco, quien detalló que la papa tomada en noviembre para semilla criolla, será llevada a la tierra durante el segundo semestre del año y la poca que en este momento está en tierra tiene que ser llevada, una parte al mercado y la otra tratada y almacenada para el “engrilaje” y posterior siembra en tres meses.

La escasa papa sembrada en la actualidad padece de “quemazón”, para lo cual necesitan el agroquímico Curazín (1K/hec), que no se encuentra en el mercado. Le colocan lo que encuentran, pero el control no es pleno.

La Asociación de Papicultores y Hortaliceros del municipio Andrés Eloy Blanco se ha encargado de multiplicar parte de una poca semilla tipo Kennedy que fue entregada a los productores en septiembre de 2016. Sin embargo, los rendimientos cada vez son inferiores. Si la semilla importada produce 15 sacos de papa cosechada, por cada saco de semilla sembrada, la renovación criolla genera ocho sacos por cada uno de semilla.

Aunque la proporción sea a pérdida, los agricultores que tienen la oportunidad de sembrarla lo hacen porque lo contrario sería desemplearse; la falta de empleo es ya un drama que padecen numerosos agricultores.

Ernesto Torres, presidente de la asociación, explicó que por cada hectárea se requieren 10 obreros, quienes tendrán una faena diaria durante tres meses, con un pago de Bs. 4.000 en promedio, por cinco horas de trabajo. Otros 20 empleos indirectos, también se generan con faena en el campo. No obstante, con la caída de la producción del sector rural, sólo entre Andrés Eloy Blanco, Jiménez y Morán, se pueden haber disipado unos 3.000 puestos de empleo.

Insumos escasos

Se siembra lo que se consigue. Los productores que anteriormente dedicaban sus tierras a un rubro, ahora siembran lo disponible.

Ahora las extensiones de siembra dependen de la cantidad de agroinsumos que logren acopiar con anticipación, a fin de garantizar que el cultivo llegue a término; productos que se adquieren en su mayoría en el mercado negro, al cual los mismos agricultores llaman “bachaqueo”, y cuyos costos aumentan semanalmente.

¿Quiénes son los bachaqueros del campo?, se le preguntó a los productores consultados, quienes sin meditarlo respondieron que “el bachaqueo está dentro del mismo Estado”.

Quienes ven la oportunidad de revender y ganar algún producto, lo hacen y, cuando el productor corrobora que se trata de material de calidad que le permitirá mantener sus tierras en producción, lo adquiere, puesto que al acudir a la estatal Agropatria, la respuesta más habitual es: No hay.

“Ni un aspersor hay en Agropatria”, comentó Ernesto Torres, quien en representación de los agricultores de la zona montañosa de Lara pidió la reactivación de las comercializadoras agrícolas privadas. También exigen que les aprueben créditos públicos en proporciones similares a los recientemente otorgados a industrias nacionales, como parte de la feria Venezuela Potencia.

Meses atrás les ofrecían también semilla traída de Colombia, pero ahora conseguir esta es “cuestión de suerte.”

Sembrar y comer

Lo poco que siembran algunos larenses se destina para alimentar a su familia, guardar para usar en una próxima etapa como semilla y llevar al mercado, vender y con lo obtenido, adquirir los insumos que requerirán en la siguiente siembra.

Las ganancias del productor del campo quedaron en el pasado. Comer ahora es el objetivo. Por ello, el trueque también se ha hecho práctica en la vida rural. Las familias cambian entre sí los productos y la auyama, rubro que sólo se sembraba para consumo interno, en el presente forma parte de cortes enteros, que luego son llevados a la ciudad. En este momento, cualquier semilla disponible es útil.

La caraota se siembra a partir de cosechas pasadas y en rubros como la auyama y el calabacín se extrae la semilla de la mismas hortaliza.

El préstamo de insumos también se hace habitual. Quien pide prestado diez kilogramos de algún producto lo debe pagar con los mismos artículos, pero en una cantidad mayor.

Acuerdo desigual

El Gobierno nacional no sólo les otorgó permisos para importar la semilla a dólar libre en la época cuando este ascendió a Bs. 4.000, también les planteó participar en el Plan Nacional de Semilla Criolla.

El Ejecutivo le propuso a productores de Andrés Eloy Blanco, Jiménez y Morán, intercambiar semilla criolla por agroquímicos, de igual a igual. No obstante, luego de que ellos cedieron la papa engrilada que sería llevada a otras regiones, la estatal Agropatria incrementó hasta 200 % el costo de sus productos, por lo que las 1.000 toneladas de semilla criolla de papa, se convirtieron en una dotación de insumos de menor proporción a la proyectada durante la firma del acuerdo.

A pesar de la experiencia, solicitan al Gobierno repetir la propuesta. No obstante, exigen reglas claras. En opinión de los agricultores, este es el único medio disponible para hacerse de los agroinsumos necesarios, que les permitirán llevar a adelanten los cultivos de la semilla que en el momento esté a la mano.

Los agricultores están dispuestos a sembrar y la tierra larense espera para ser productiva. Las semillas, agroquímicos e insumos siguen siendo la gran deuda en el campo.

Vialidad que incomunica

Las vías de acceso hacia zonas agrícolas se encuentran comprometidas. Se calcula que en Lara haya más de 5.300 kilómetros deteriorados, lo que igualmente limita el habitual trabajo del campo, así como la venta de los productos, ya que los compradores en su mayoría no se adentran a zonas como La Tigrera, a fin de adquirir las verduras, hortalizas y otros.

“Sólo pasan motos”, comentan los productores, que para no perder su mercancía, solicitan ayuda a colegas o pagan el traslado hasta zonas más accesibles a quienes sí están dispuestos a transitar dichas vías, lo que incrementa entonces los costos de producción.

Para mejorar las condiciones de la vía, quienes cuentan con maquinarias especiales intentan perfilarla y corregir en lo posible los desniveles, derrumbes y zanjas.

La problemática, comentó Raúl Torres, ha sido denunciada a distintos niveles de gobierno, incluso ante el Instituto de Vialidad del Estado Lara (Invilara). No obstante, no han obtenido solución alguna.

Lamentan que no haya un programa que apoye y estimule la agricultura.

El sistema de riego que usan habitantes de Palo Verde, “lo construyó la cuarta República”, el cual ya se encuentra colapsado.

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