Buena Nueva – Humildad = verdad

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El título se refiere a la famosa frase de Santa Teresa de Jesús: “humildad es andar en verdad”. El problema está en que la humildad es una virtud despreciada por el mundo … y al orgullo se le da un gran valor.

Si la humildad es equivalente a la verdad, tenemos que comenzar a vernos tal cual somos y reconocer lo que valemos ante Dios. Y por nosotros mismos ¿qué valemos ante Dios? … Realmente nada.
Ubicarnos así es comenzar a “andar en verdad”. Es apenas comenzar a darnos cuenta de lo que es ser humilde para comenzar un largo trecho por el camino de la humildad.

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El mundo nos vende la idea de que hay que destacarse, de que los reconocimientos humanos son muy importantes, de que los privilegios y el poder son muy necesarios, de que creernos una gran cosa es bueno. Como vemos: todo lo contrario a lo que significa la humildad.

Y el mundo últimamente nos está vendiendo una idea que se nos ha metido por todos lados ¡hasta en la Iglesia! La llamada “auto-estima”, que es todo lo contrario a la humildad. Recordemos que nada valemos ante Dios, nada somos sin Dios. De nuestra cuenta sólo podemos y sabemos pecar.

Dice San Alfonso María de Ligorio que no somos capaces por nosotros mismos de hacer nada bueno, y que cualquier bien que hagamos viene de Dios y cualquier cosa buena que tengamos pertenece a Dios. Esa sí es la verdadera “auto-estima”: la estima que tengo por todo lo que Dios me ha dado y por todo lo que hace en mí.

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El Señor nos recomienda en el Evangelio (Lc. 14, 1.7-14) evitar los primeros puestos. Y los primeros puestos se refieren a esas cosas que nos vende el mundo: glorias, alabanzas, reconocimientos, poder, mando, honores, privilegios, creerse grande, querer ser grande y poderoso, alardear de lo mucho que sabemos, creer que podemos sin Dios, buscar ser reconocido, hacer las cosas para que nos crean muy buenos y muy capaces, creernos mejores que los demás, creernos que somos una gran cosa, creer que merecemos lo que tenemos y algo más, tratar de destacarnos, confiar en las propias fuerzas y no en Dios, buscar hacer nuestra propia voluntad y no la de Dios, etc., etc. … Todas estas cosas nos las vende el mundo.

Pero la humildad es todo lo contrario: es hacer las cosas porque Dios las quiere y como Dios las quiere, no por destacarnos, ni por lograr reconocimientos; es buscar la gloria de Dios y no la propia; es no buscar, ni reclamar honores ni reconocimientos; es no hablar de uno mismo, ni alardear lo mucho que somos y tenemos; es saber que nada podemos sin Dios; es saber y reconocer que somos totalmente dependientes de Dios; es dar gracias a Dios por lo que somos, por lo que hacemos y por lo que tenemos; es saber que nada podemos sin Dios, pues nuestra fuerza está en Dios. Si creemos, de verdad, que nada somos ante Dios y sin Dios nada somos, estamos comenzando a ser humildes.

Y ser humilde no es negar las cualidades que Dios nos ha dado o los logros que con su gracia hemos obtenido. Ser humilde –de nuevo- es “andar en verdad”. Y andar en verdad es reconocernos tal cual somos. La humildad consiste en saber y en reconocer que todo nos es dado por Dios. Lo que sucede es que el orgullo nos hace creer que las cosas que logramos, las logramos por nosotros mismos.
La auto-estima ¿es cristiana?

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