La próxima elección presidencial ha puesto sobre el tapete un tema de sumo interés para los electores y los políticos, como lo es la confiabilidad de las encuestas. Actualmente, hay encuestas para todos los gustos, y las diferencias entre ambos candidatos oscilan entre el 10 y el 30%. Ahora bien, como ciudadanos es válido que nos preguntemos, ¿cómo puede haber diferencias tan significativas, si se supone que la población encuestada es la misma?
El estudio de la opinión pública es, qué duda cabe, una de áreas más complejas de las ciencias sociales. Para dominarlo se requiere, además de conocimientos de estadística, una gran capacidad de análisis y un profundo conocimiento de la historia electoral y la cultura política del país por parte del investigador. La opinión pública expresa la cultura, las percepciones y las emociones de una sociedad en un momento determinado; es natural entonces que ante una respuesta surjan diversas interpretaciones de la realidad.
La veracidad de un estudio de opinión pública depende en gran medida de los propios científicos sociales, es decir, que el instrumento y la muestra sean correctamente diseñados y, lo más importante, que los investigadores tengan un gran compromiso ético que les impida ceder a las numerosas presiones a los que son sometidos para alterar los resultados de sus estudios.
Generalmente, estos estudios son ordenados por organizaciones políticas y candidatos para explorar las preferencias electorales, el grado de conocimiento y la aceptación de un candidato y de esta manera diseñar estrategias adecuadas para alcanzar el triunfo. Las encuestas obsesionan a los políticos porque les permiten avizorar las opciones reales que tienen en el escenario electoral.
En nuestro país, en cada elección surgen gran número de encuestadoras, y por eso debemos tomar en consideración a la hora de formarnos opinión, a aquellas empresas que cuentan con una trayectoria reconocida. De igual manera, la publicación de los datos de la muestra, la fecha de realización e información sobre el cuestionario constituyen indicios de confiabilidad.
Además, consideramos que la imparcialidad es una de las cualidades fundamentales de un investigador y de una firma encuestadora, dado que la lectura de resultados guiados exclusivamente por preferencias políticas o ideológicas sesgan la interpretación de la realidad. Recientemente, el secretario general de Primero Justicia Tomás Guanipa acusó a la empresa encuestadora Hinterlaces de recibir financiamiento del Ministerio de Comunicación e Información para sufragar los viajes al exterior de algunos de los empleados de esta empresa. Como respuesta a las acusaciones Hinterlaces acusó a la oposición de inventar este caso ante el “fracaso evidente del candidato de oposición y la incompetencia de sus principales ejecutores”. Esta respuesta, en vez de aclarar la situación, pone en tela de juicio la imparcialidad de la firma.
La dura realidad de nuestro país, la elevada polarización política, la inseguridad y la desconfianza entre los ciudadanos constituyen factores que afectan también los resultados de las encuestas. Por último, hay algo que pocos dicen: El miedo es otro factor de peso que es necesario valorar. En el país de las listas Tascón y Maisanta, muchos ciudadanos se inhiben de expresar sus verdaderas preferencias políticas por un fundado temor a que esa información pueda ser utilizada en su contra.
Por estas razones debemos analizar las encuestas con sumo cuidado. Si bien constituyen elementos de juicio importantes para juzgar la realidad, no se pueden convertir en el único indicador de las tendencias y opiniones políticas de los ciudadanos.
