Carlos Zapata Escalona: El país sufre una enfermedad sicótica

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Diez de la mañana, un pequeño rayo de sol se filtra entre los ventanales del apartamento donde habita el doctor Carlos Zapata Escalona. En la sala principal destacan tres cuadros del gran pintor larense Trino Orozco.

-Fuimos grandes amigos -explica el ilustre médico larense, que no se cansa de mirar los paisajes surgidos del mágico pincel de Orozco-. Era un personaje muy humilde y talentoso al que frecuentaba cada vez que teníamos tiempo.

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El doctor Zapata ya ha cumplido 62 años de ininterrumpido ejercicio profesional y ha decidido su retiro a petición y “presión” de su esposa Rafaelina, quien le ha dado 12 hijos con los cuales comparte casi diariamente. A los 87 años de lo único que se queja es de la pérdida de muchos amigos que solían visitar su casa para conversar. – La mayoría se ha muerto y estoy padeciendo de cierta soledad en ese sentido- señala con cierto aire de nostalgia.

No ha sido el doctor Zapata un hombre ávido de famas pasajeras ni le rinde culto a modestias fuera de lugar. Habla pausadamente, a veces con una muletilla que sirve para identificarlo inmediatamente cuando expresa una opinión. Ese …”no es verdad” es una reafirmación de una opinión que se traduce en credibilidad ante su interlocutor.

Claro, ese retiro casi obligado por las circunstancias no impedirá seguramente que el médico interrumpa por momentos la placidez del “dolce far niente” del hombre acostumbrado a servir al prójimo en cualquier situación que amerite la presencia de un profesional de la medicina. No en vano ha acumulado un gran prestigio como internista y suman miles los que se han beneficiado de su apostolado en su extensa trayectoria.

-¿Es cierto que es el mejor diagnosticando una enfermedad?

-No lo sé. Hay excelentes médicos venezolanos. No acostumbro a darle importancia a este tipo de comentarios.

Carlos Zapata Escalona nació en Barquisimeto el 22 de abril de 1925, cuando gobernaba el General Juan Vicente Gómez. Tenía 11 años cuando el viejo dictador falleció, un 17 de diciembre de 1936. Hizo sus primeros estudios en una péquela escuelita que tenía doña María de Lozano, luego la familia se mudó a Acarigua y casi termino allí el sexto grado. Del Colegio La Salle egresó con el título de Bachiller en ciencias. Después viajaría a Caracas a cursar el llamado “pre universitario” para llegar a la Universidad.

Recuerda al Colegio La Salle de una manera muy especial y la revisión al pasado regresa al viejo edificio de los hermanos franceses donde se impartía una educación integral. El patio del colegio, la capilla, el museo, las aulas y el bullicio de la muchachada desfilan interminablemente en la prodigiosa memoria de Carlos Zapata.
-Soy médico a causa de la suerte, porque me dieron a escoger dos carreras, la de ingeniería y la medicina y como no estaba seguro en mi decisión lo dejé a la suerte. Escribí dos papeletas y le dije a la secretaria que abriera cualquiera de ellas, lo hizo y pude leer la palabra “medicina” . Fue así como llegué a la Escuela de Medicina de la Universidad Central. Seis años después recibí el título de médico cirujano.

Sorprendentemente el joven médico recibió una tentadora oferta. Del grupo que egresó lo seleccionaron para trabajar en el Hospital Vargas como Instructor en el área cardiológica y de Patología Tropical al lado de dos insignes médicos, Carlos Gil Yépez y Félix Pifano de quienes recibió no solamente un gran apoyo, sino también una orientación profesional inigualable. El país, después de disfrutar de un lapso democrático fue víctima de las ambiciones de un grupo de militares encabezados por Marcos Pérez Giménez, responsable del cierre de la heroica Universidad Central obligando a Zapata Escalona a regresar al estado Lara, concretamente a Barquisimeto. Sus primeros pasos los dirigió hasta el Hospital de la Caridad, hoy la sede del Museo de Barquisimeto, donde estaba el doctor Humberto Campins trabajando en el área dermatológica. Campins lo invitó a formar parte del servicio y se separó cuando hubo necesidad de suplir a un compañero suyo en Medicina Interna.

La mayor parte de su vida como profesional de la medicina tuvo un carácter hospitalario, aunque incursionó temporalmente en el sector privado. Aceptó incorporarse al equipo médico de la vieja Policlínica Barquisimeto que funcionaba en la esquina de la carrera 15 con la calle 23 . – “Yo nunca tuve una clientela privada importante, siempre me agradó mantenerme en los dispensadores de salud, aún con todos los problemas que se viven y se sufren en esos centros- dice el doctor Zapata.

De eso ya hace 59 años

-¿Cómo lleva los primeros días del obligado retiro?

-Leyendo mucho, lo primero que hago en la mañana es leer EL IMPULSO y los miércoles leo su columna. Además me agrada mucho la historia, especialmente de este país nuestro, repaso a los filósofos de ayer y de hoy, para mantenerme actualizado, leo lo último que se publica en medicina. Le confieso que soy un lector impenitente. Por otra parte tengo un nieto que estudia medicina y me entretengo hablando del tema con él.

-¿La salud pública en Venezuela, doctor Zapata?

-A pesar de que ya no estoy haciendo vida hospitalaria mantengo contactos con otros médicos que me informan sobre lo que está ocurriendo ahora mismo con la salud pública. Muchos dicen que las carencias son tan grandes que lo que provoca esa salir corriendo. Por otra parte, está ocurriendo un fenómeno inesperado como la penetración en el área asistencial de un personal que no está preparado para ejercer una función tan delicada como la atención facultativa. En nuestros hospitales hay gente improvisada que ha venido de otro país con una formación muy escasa.

-¿Se refiere a los cubanos?

-Sí, me refiero a muchos cubanos que no se han formado bien en las escuelas de medicina. Por supuesto que hay excepciones, pero muy pocas. Muchos de ellos ni son médicos. Yo tengo esperanza de que ese problema será resuelto más pronto que tarde, porque es un crimen jugar con la vida de las personas. Lo lamentable es que en Venezuela existe un alto nivel profesional que ha quedado afuera de los servicios por razones politiqueras que han hecho mucho daño. El programa Barrio Adentro no es malo, pero está muy mal orientado por mucha incompetencia de los encargados de prestar el servicio. Los médicos venezolanos, seguramente lo hubieran hecho mejor

-¿De qué está enfermo el país?

– De una enfermedad sicopática, sin ninguna duda. Porque hay muchos sicópatas al frente del país. Pero le repito que tenemos muchas esperanzas en el futuro inmediato para que cambien las cosas.

-¿Es decir que el país sí tiene cura?

-Pues claro que tiene cura y gente muy preparada para ofrecerle lo mejor de su talento y de su esfuerzo. En el pasado tuvimos que luchar con gravísimas enfermedades que parecían no tener cura y convertirse en mortales epidemias; sin embargo salimos adelante.

-¿Es una aberración que el Estado gaste más dinero en compras de armamento que en inversiones para mejorar la salud de los venezolanos?

-Por supuesto que sí, no hay que olvidar que estamos en el trópico y que las enfermedades que una vez derrotamos pueden surgir de nuevo. Cuando Venezuela tenía apenas tres millones de habitantes, 500.000 personas estaban sufriendo de paludismo. No queremos repetir esa experiencia. Por eso digo que nuestra dirigencia sufre de una sicopatía crítica.

-¿Cuál ha sido su mayor satisfacción como médico?

-Haber puesto mis conocimientos al servicio de los larenses. Como logro una investigación para descubrir la presencia de Kala Azar, una enfermedad parecida a las leishmaniasis, transmitida por un insecto.

Los amigos son para siempre

El gobernador Carlos Zapata no se considera un activista político, pero estaba muy cerca de la democracia cristiana donde militaban muchos de sus compañeros del colegio La Salle, entre ellos el doctor Luis Herrera Campins, quien llegó a ser después Presidente de la República. Esa amistad no se fracturó a pesar de la distancia. Los amigos son para siempre, como suele decirse y hasta con razón.

Ya recién electo Jefe de Estado, unos larenses le ofrecieron un agasajo al nuevo Presidente y, como era lógico pensar, en el grupo estaba el doctor Zapata.
– En un aparte del agasajo Luis Herrera me llamó aparte y me dijo que había resuelto designarme Gobernador del estado Lara. Me sorprendió y le dije al principio que no, pero en una segunda conversación me convenció y cuando regresé a Barquisimeto era ya el gobernador.

-¿Qué tal la experiencia?

-Muy gratificante a pesar de no ser un político profesional, quizás porque tuve la suerte de tener unos excelentes colaboradores. No hubo en ese tiempo confrontaciones violentas, apelamos al diálogo para llegar a acuerdos que favorecieran el crecimiento de la región. Con un presupuesto muy ajustado pudimos hacer algunas obras que todavía disfrutan los larenses. Por ejemplo, nos dieron apenas 90 millones de bolívares para montar los Juegos Bolivarianos. Con ese dinero construimos las piscinas, el Domo Bolivariano, un gimnasio y arreglos fundamentales a los estadios donde se realizaron las competencias. Una de las prioridades de mi gobierno fue la construcción de viviendas y escuelas en muchos lugares del Estado.

-¿Nunca se habló de corrupción en esa gestión suya?

-La verdad es que ese fantasma no nos asustó. Teníamos un control absoluto gracias al buen desempeño de funcionarios como Francesco Leone, quien era el director de administración del Ejecutivo, un hombre serio, honesto y muy trabajador. En mi gestión no hubo ningún escándalo.

Foto: Billy Castro

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