#Opinión: Los rojos farsantes Por: Rafael Albahaca

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Cada día nos encontramos más cercanos a las elecciones presidenciales de nuestro país, por lo tanto, es cada vez mayor la necesidad de desprestigiar al contrario como parte de una estrategia electoral basada en la guerra sucia.
Después de cada cadena de corte nacional queda demostrado por parte del saliente, del parlanchín piquito de plata, de verruga notoria y nariz pronunciada que atacar, mentir, desprestigiar y ofender es una forma de defenderse ante la opinión pública por la ineficiencia e ineptitud de 14 años de desidia, olvido y corrupción.
Intentar demostrar lo peor del contendiente retante podría ayudar a no ser señalado, sin embargo, la realidad es que es una táctica contraproducente. Pareciera ser que los rojos muy descolorados hoy en día, no se han percatado de que el país ha evolucionado y su gente también. Quien es figura pública, quien ha sido exitoso no puede pretender recibir halagos y aplausos por la faena desempeñada y menos en la política, o como dice el dicho  “A nadie le gusta ver ojos bonitos en cara ajena”.
Justamente esto último es lo que quieren hacerle al presidente entrante, si al nuevo, al flaco, al que tiene a todo un País en revuelo a tal punto que el desespero que envuelve a los rojos desaliñados los ha llevado a cometer desmedros e irregularidades en su proceder. Lamentablemente la política se ha vuelto así. Buscar información e inventarla, sacar trapos sucios y, en el momento adecuado, soltar y difundir la noticia. Probablemente la política siempre ha sido así, el arte de desprestigiar al contrario para obtener el poder.
Sin embargo en este preciso momento, en donde nos encontramos ante un nuevo amanecer, los Venezolanos hemos despertados de esa letanía y embrujamiento maquiavélico y apostamos por una política diferente, nueva, en donde el pensamiento crítico y el raciocinio esté por encima de la codicia y el bien personal, en donde el progreso sea la bandera que enarbolemos para la construcción de un País igualitario. Da pena y hasta tristeza ver la cantidad de infamias, mentiras y triquiñuelas baratas creadas como historietas devaluadas al estilo Corín tellado con el sello Corazón de mi Patria para injuriar y distorsionar la realidad latente y palpable del País; y descargar su podredumbre y enlodar la imagen y carisma del candidato que tiene esperanzado a miles y miles de personas y cuyo autobús se quedo pequeño con el ruin propósito de dañar y confundir al electorado. Pero esa farsa, esos teatros de ambulantes, esas mentiras repetidas una y otra vez, no convence ni convencerán a un pueblo que está cansado de odios, división, engaños, y promesas no cumplidas, Venezuela; su gente ya aposto y escogió por la mejor opción, Henrique Capriles Radonski. Así que vamos todos con alegría, fe, entusiasmo a votar este próximo 7 de octubre.
Hagamos del voto nuestro mejor ejercicio, de su seguridad y cuidado la puerta del porvenir. Hay un camino.

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