#Opinión: La fidelidad en el matrimonio Autor: Crisanto Gregorio León

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A mi oficina llega una mujer que le había sido infiel a su marido con un “amigo” de años, preguntando sobre la posibilidad de separarse de su cónyuge porque se había enamorado de esta aventura.
Y le respondí. Dime: ¿quién te ha protegido desde que te casaste? Y me respondió: Mi esposo. ¿Y quién te protege o sale a tu protección cuando lo necesitas realmente y desde el corazón? Y me respondió: Mi esposo. Entonces le pregunté: ¿Crees que él deba sufrir por una aventura tuya? ¿Piensas justo provocar sufrimiento a quien toda su vida ha permanecido a tu lado y deba padecer moral y espiritualmente por un pecado de tu parte? Y me respondió: Él también me ha sido infiel. Pero nunca te ha dejado, ¿verdad? le interrogué yo. Y ella me respondió !No! Siempre encuentro en él una persona que quiere estar a mi lado y a pesar de mis circunstancias no me desampara, no obstante mi abandono hacia él.
Entonces le pregunté de nuevo: ¿Qué crees te puede ofrecer el otro, sino mantenerte en el pecado de haber roto tu matrimonio y asesinar al hombre de tu juventud?
Ella, con fervorosa fe cristiana me dijo. Algo de culpa he debido tener yo por sus actos y él por los míos. Pero nos conocemos y estoy convencida que mi esposo no quiere sino mi compañía y mi amor, mientras mi “affaire” destruirá mi alma al desbastar la tranquilidad posible de reinar en mi hogar si no se hubiera entrometido.
Ella prometió conciliarse con Dios confesando su pecado y conciliarse con su marido confesando su pecado.
Ambos decidieron no dejar su vida pendular al arbitrio de personas cuya aportación es estéril o destructiva; sin compromiso edificante, ni material, ni moral, para el crecimiento de su hogar.
¡Fue perdonada! por su marido quien siempre la mantuvo acogida en su alma, mientras ella juró respetarlo y amarlo hasta que la muerte los separara.
Es prudente no olvidar los textos sagrados: “Y alégrate con la mujer de tu juventud, amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”. Igual la mujer debe recrearse sólo en el hombre de su juventud.

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