Tulio Hernández: Chávez no dejó un pensamiento organizado

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A diferencia de las elecciones del 7 de octubre, las de este domingo no está Hugo Chávez y coloca la confrontación en una situación de más iguales entre Henrique Capriles y Nicolás Maduro, según la apreciación del Dr. Tulio Hernández.

Sociólogo, profesor universitario, ensayista y analista político, conversó con EL IMPULSO a propósito de su visita a Barquisimeto para participar en el foro ¿Hacia dónde va Venezuela?, el cual tuvo lugar ayer en los espacios de la Sala Alternativa de la Fundación Juan Carmona.

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Chávez era una personalidad descomunal que a lo largo de 14 años había logrado el culto a su personalidad estratégicamente manejada, añadió. Ahora, los ciudadanos que se adhieren a la democracia están más entusiasmados, tienen mayor voluntad política y sobre todo están actuando, incluso, por su propia cuenta.

Además, Capriles ha asumido una vía de confrontación tanto con el Consejo Nacional Electoral como con Maduro, lo cual le ha agregado un componente nuevo que tiene que ver con el uso de la ironía, el humor y la picardía que en nuestra política venezolana ha dado siempre buenos resultados.

La lucha contra el fantasma

-La figura de Chávez está en la campaña electoral. ¿Existe alguna experiencia de una persona muerta participando contra una viva en una contienda electoral?

-Hay muchas analogías en Venezuela con lo que ha pasado con Chávez y lo que pasó en Argentina con Evita Perón. Esta mujer, a quien se le creó un culto a la personalidad muy bien estudiado y trabajado, tenía también un discurso de gran resentimiento social, agregado a su capacidad de sedución con los pobres. Al morir, a los 33 años a causa de un cáncer, fue convertida rápidamente en Santa Evita. El gobierno decretó 30 días para sus funerales y la central obrera, CGT, tres días de paro nacional. Luego, en las elecciones subsiguientes del peronismo, su figura era el telón de fondo. Incluso, ya en los años 80, cuando se estaban recogiendo firmas para las elecciones en las calles de Buenos Aires, la motivación era el busto de Eva con una vela prendida. La diferencia era que ella no fue presidenta ni la máxima líder, porque esta figura la encarnaba Juan Domingo Perón. En la batalla electoral que se está dando aquí no es entre Maduro y Capriles, sino entre el fantasma de Chávez y el aparato del Estado venezolano contra Capriles y los partidos de la Unidad. Es un combate difícil, fuerte, pero que se está asumiendo con gran inteligencia y valentía.

El chavismo tendrá intérpretes

-¿La escogencia de Maduro por Chávez fue estudiada, a sabiendas que no estaba preparado para ser candidato?
-Tengo la impresión, porque no cuento con información de primera mano, que el criterio básico que utilizaron Chávez y los hermanos Fidel y Raúl Castro fue el de la lealtad. No solamente a la memoria de Chávez sino al proyecto político, el cual aunque no está claro pasa necesariamente por Cuba. Cuando Maduro fue joven estudió año y medio en La Habana, fue militante con formación marxista y le fue incondicional, hasta los extremos de la sumisión, a Chávez. Porque carisma no tiene, ni experiencia de gobernante ya que fue diputado y nombrado canciller que el ejercicio de relaciones. Y parece que lucidez tampoco tiene.

-¿Cree que, suponiendo el triunfo de Maduro, podría tener continuidad el proyecto chavista?
-No. Hay dos problemas para la continuidad del proyecto: 1) Que Chávez como era un gran hablador decía cosas contradictorias y como una especie de Leonard Zelig, me refiero al personaje de Woody Allen que tenía la capacidad asombrosa de cambiar de apariencia. Por ejemplo, si estaba en Japón era sintoista; si estaba en Moscú, leninista; si iba a visitar a Evo Morales, un piache indígena. Pero, no dejó un libro como el que han dejado los caudillos de cierta izquierda como el Libro verde de Kadafi, o el Libro rojo de Mao. No dejó un pensamiento organizado. Por lo tanto, el chavismo tendrá intérpretes, exégetas, hermeneutas del pensamiento de Chávez y cada quien tendrá su visión: unos más militaristas, otros más marxistas, otros más socialdemócratas. Y tendrán dificultades para decidir si vuelven a devaluar, si decidirán nuevos impuestos.

Y el segundo problema es que el chavismo, tal como lo conocemos, es un proyecto para crear una sociedad estatista, de eliminar la propiedad privada, de cambiar una economía de mercado por una economía centralizada y eliminar la disidencia política. Es por eso que es inviable.

Lo más probable es que la votación de Capriles sea muy superior a la alcanzada el 7 de octubre, lo que hace que el proyecto chavista ni siquiera con vaselina pueda realizarse.

A ellos, de ganar, les quedan dos vías: O corrigen y se desplazan hacia un escenario de diálogo y de respeto a la fuerza opositora o tiene que quitarse la máscara y empezar a actuar de una vez como un modelo totalitario, autoritario, sin la careta democrática, cosa que Chávez logró impedir porque él sabía llevar el juego con otro ritmo.

Pero, sin un líder carismático, sin un prestidigitador como Chávez, un hueco será un hueco, el incendio de una refinería será el incendio de una refinería y no la muerte heroíca de cien hombres que se sacrificaron por la patria; una devaluación será una devaluación. Porque Chávez tenía la capacidad de convertir la adversidad en triunfo porque fue un gran vendedor de ilusiones, un distribuidor de esperanzas y un pésimo gobernante.

El golpe para el chavismo

-Al revés, de ganar Capriles, ¿qué va a pasar con el chavismo?
-El chavismo, en primer término, va a sufrir un golpe interno, en el cual habrá grandes acusaciones mutuas de quién es el responsable de la derrota. Obviamente, el primer culpable y atacado será Maduro.

En segundo lugar, el chavismo va a tener que aceptar el triunfo. Buena parte de la gente que lo acompaña, sobre todo en Mercosur y en especial los gobiernos aliados de Brasil y Argentina, han puesto como condición el respeto al juego democrático aunque sea de la manera tramposa como ellos la hacen.

Y el tercer elemento es que tendrá un gran aprendizaje: entender que la democracia es alternancia. Debe aprender a dialogar como oposición. Claro, será un juego trancado y delicado, porque queda en sus manos la Asamblea Nacional y todavía por un tiempo más la mayoría de los poderes públicos.

Cómo sería el gobierno de Capriles

¿Cómo sería un gobierno de Henrique Capriles cuando ya el país ha tenido catorce años bajo el mandato de Chávez y unos meses con Maduro enmarcado en un proyecto socialista?

-Tiene que ser un gobierno de transición. No puede eliminar de un plumazo todo lo que Chávez hizo. Él ha prometido la inclusión de todos los sectores, que no va a perseguir a nadie por razones políticas, y eso tiene que cumplirlo.

Primeramente tiene que dar el mayor impulso a la economía privada, abrir las puertas a la inversión extranjera para que haya generación de empleos y lograr una capacidad de producción, sobre todo en el mundo agroalimentario, el cual se puede recuperar rápidamente.

En la medida que haya empleo y se mantengan las dádivas, los subsidios, la situación irá mejorando. Pero, paulatinamente debe haber un equilibrio porque si existe un buen sisgema de salud, no será necesario el consultorio de barrio adentro.

Tiene que desarrollar una política en la que no se vuelvan a cometer los errores de las últimas dos décadas del bipartidismo cuando millones de personas estuvieron excluidas.

Ni partido ni teoría

Con excepción del rechazo a la reforma constitucional, el chavismo logró ganar las elecciones presidenciales durante 14 años. ¿Cómo sería una derrota para los sectores que creyeron ciegamente en Chávez?

-Será un duro golpe en dos sentidos: Primero, porque se les derribará de manera definitiva la idea de tener un Chávez vivo de modo ficticio. Al entender que Chávez se acabó, que se fue, que desapareció de la escena política, se sentirán desamparados, huérfanos, y que nadie podrá suplir esa figura.

En segundo término, ese golpe será contundente en términos de identidad política. Porque este es un proyecto que todavía no ha cristalizado profundamenta.

El chavismo no es un partido político, ni mucho menos una teoría política.

Rómulo Betancourt era producto de Acción Democrática; Rafael Caldera lo fue de Copei; Lula, quien fuera el presidente de Brasil, fue el producto del  Partido de los Trabajadores; Bachelet, del Partido Socialista de Chile. Chávez fue al revés. Alrededor de su imagen se fue acumulando aluvionalmente un entusiasmo que produjo ese fenómeno político.

Pero, no hay una teoría chavista del poder; no existe una doctrina.

Cuando Stalin muere estaba el poder central del Partido Comunista que garantizaba la transición y la garantizó por mucho tiempo.

No es que el chavismo no vaya a sobrevivir. Pero, sin Chávez no va a tener coherencia.

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