Laura Restrepo: “Me encanta visitar los países agitados”

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Sus profundos ojos negros estaban llenos de sorpresa ante la expectativa que había despertado en Venezuela, su última novela Hot Sur.

“Me encanta visitar los países agitados, me dan miedo los que están quietos, ahí es donde hay que entrar a desconfiar”.

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La escritora colombiana Laura Restrepo, nunca deja de lado la visión periodística de la vida, porque lo fue por largos años en su país, antes de pasar a la literatura. Todos sus libros tienen anécdotas que tiene que ver con el periodismo para luego entrar a la ficción, o viceversa. Ella maneja esa frontera con una gran destreza.

Como escritora y periodista Laura Restrepo aborda por vez primera el género policial o thriller, como lo llaman los especialistas estadounidenses, en su última novela, Hot Sur. En una conversación que sostuvimos con ella en Caracas, explicó cuán difícil había sido desarrollarlo, al cual llegó sin querer pero finalmente lo asumió como destino.

-Los temas sociales están siempre en sus novelas. ¿Cuál fue la conexión entre un tema como la inmigración y el género policial o thriller como lo llaman los especialistas estadounidenses?

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-Esa migración que busca una forma de vida posible, es como una gran gesta latinoamericana. Las gestas la protagonizan los héroes, y eso es lo que no somos. Más bien, son historias llenas de dificultades, de errores.

Es una tragedia la cantidad de muertos que hay en la frontera, la discriminación, el racismo, las familias destruidas… Pero también es un reto, un acto de rebeldía, una necedad, y a mí me interesaba contar ese lado, es decir, quería abordar ese inmigrante que va a retar la autoridad, a hacer lo que le da la gana, sobreviviendo y construyendo una realidad propia debajo de la superficie, que hoy en día marca en forma enorme a Estados Unidos.

Se habla del sufrimiento de los latinos porque son discriminados, explica, de lo que no se habla, es que hasta qué punto se ha transformado Estados Unidos con la presencia de los latinos. También le quise poner un toque de aventura en base a muchas anécdotas de la inmigración que fui recopilando a lo largo de mi vida.

Pero me faltaba el tono, insiste. Yo no quería hacer un memorial de agravios contra los derechos humanos, tampoco quería un drama lleno de lágrimas, lástima o misericordia hacia el desplazado o inmigrante, más bien una aventura con todas las de la ley.

En mi búsqueda por ese tono, hice un viaje a Tijuana, México, una ciudad que me fascina, cerca de la frontera con Estados Unidos. En esa ciudad, un cruce brutal de aguas, donde la cultura del sur y del norte se juntan, estallan, con un español corrompido por el inglés, un movimiento rockero que lo que quiere es hermanar a la gente en contra de los gobiernos, me encuentro una distracción muy peculiar entre los adolescentes.

Esta consiste en agarrar un balón de fútbol, cruzar la frontera, que es un reto aterrador con toda la tecnología militar a la disposición de los guardianes del lugar, para impedir el pase de los inmigrantes, jugar un partido del lado estadounidense y regresar a la tarde, a México. Ese tono juguetón, burlesco, retador de la autoridad, era el tono de aventura que quería para mi relato. Como estos muchachos de Tijuana, quería yo a mis personajes en Hot Sur.

-¿Esa periodista que menciona en Hot Sur, es usted misma? ¿Conoció en realidad a esas tres voces protagonistas y las trasladó a la novela para armar el rompecabezas?

-Ustedes imagínense las guerras Napoleónicas o un campo de concentración en la Europa nazi, y eso da para hacer literatura, pero si se cuenta el drama de los latinos en la frontera entre México y Estados Unidos, esa es una historia para National Geographic. Somos vistos y nos vemos a nosotros mismos como objeto de estudio, no alcanzamos la categoría literaria por alguna razón, eso queda fuera de nuestro alcance.

Solo somos etnografía. En muchas entrevistas me preguntan, ¿Cúal es el tema? Inmigrantes latinos indocumentados, respondo. Ah, me dicen, entonces hizo una profunda investigación. En parte, porque más investigación tiene El señor de los anillos, e inventé de lo lindo. Desde el principio, le quería decir al lector, esto es literatura, porque estos son personajes que ameritan ser literarios.

Yo no quería ningún estudio antropológico sobre nosotros mismos. Así que me borré como escritora, e hice que los personajes escribieran su propia historia. Por ejemplo, María Paz está en la cárcel, ahí está una biblioteca, y cuando se entera de un taller de “Escritura creativa”, se inscribe.

Conoce a quien lo imparte, Claver Rose, un gringo tradicional, clase media, quien le pide a María Paz que haga ejercicios de escritura contando su vida, y ella así lo hace. Claver, a su vez, es autor de novelas gráficas, y publica una serie que se llama El poeta suicida y su novia Dorita, mediante las cuales nos enteramos de su historia de vida. Los personajes escriben sus propias vidas, son los que ellos dicen de sí mismos, están hechos de palabras. Yo quería decirle al lector, esto es literatura y estamos mediados por la palabra. Los personajes finalmente no son sino palabras.

¿Ahora, cómo se vuelve esto un thriller? No se me ocurrió para nada. Lo que tenía claro era que quería una mujer del montón pero de armas tomar, sin cultura, una gordita sabrosona, que se va a Estados Unidos porque quien la jala es su mamá. El primer descalabro, es que ese paraíso que le contaba su mamá cuando la llamaba mensualmente por teléfono, no era tal.

Esta muchacha está decidida a hacerlo todo, se casa con un policía blanco gringo, porque no tiene papeles, y se siente realizada, llegó por fin, entró. Pero el tipo le resulta torcido, está metido en tráfico clandestino de armas y lo asesinan. Las autoridades acusan a María Paz de haberlo hecho. Quería meterla en lo más profundo del problema, en el último rincón del infierno, y la cárcel lo era. Luego vería cómo la sacaba, la rescataba.

Pero cuando hablas de cárceles, tienes que buscar criminales, María Paz no lo había hecho, entonces había que buscar un homicida, aunque no quieras. En realidad, el thriller fue saliendo solo, no fue mi idea inicial, de ahí el enredo. No es un género manejado por mí con facilidad, porque no lo conocía. Me trajo problemas enormes, llegas a callejones sin salida. Mi marido que es un gran lector de thriller, cuando leía Hot Sur, me veía la cara y me decía: Hay no, esto no es así… Esto no aguanta un ojo crítico.

Tuve que leer muchas biografías de asesinos en serie, recordó Laura Restrepo, para poderle dar una característica al mío. Pero yo también estaba fascinada, por esa figura arquetípica contemporánea que son los asesinos en serie estadounidense, que de alguna manera son como profetas de ese apocalipsis que todos presentimos. Yo no sabía cómo hablaban, y ese asesino en serie tampoco me daba el tono.

María Paz, se enamora de ese asesino en serie, y entonces hice que le escribiera una carta de amor, para ver cómo lo pillaba. Dicha carta escrita en un español roto, infame, con pésima gramática, una sintaxis del demonio, denota un personaje cruel e infantil, que lo describía como un niño solo y malo. Ahí comenzó a darme el torno, y lo disfruté mucho. Tal vez en alguna reencarnación previa, fui muy mala, porque a veces me salen unos malos muy malazos, y la pluma fluye muy bien, así fue con un personaje de Delirio.

-¿Cómo hace para manejar las dos facetas, es decir la periodística y la literaria? ¿Quién se sacrifica por quién?
-Como tantas cosas en mi vida, no fue una decisión que yo tomara. Yo era periodista y me metí o me metieron como comisionada en las negociaciones del proceso de paz de los años 80. En ese momento trabajaba en la revista Semana, era la redactora de la sección de Política nacional. Como comisionada durante ese periodo era muy famosa, me entrevistaban en todos los noticieros. Pero ese proceso se convirtió en un baño de sangre, una cosa tremenda, el país me dio la espalda, nadie me volvió a publicar las cosas que escribía, me amenazaron y finalmente me fui de Colombia. La decisión de escribir un libro se impuso, y así se dio, con todas las historias y anécdotas que tenía en mi poder. Luego, el tránsito a la ficción, se da también de manera involuntaria.

Tenía una investigación de once años sobre dos familias de mafiosos colombianos, que se juraban una vendetta tipo siciliana de cadena de sangre entre ellos. Escribí una novela llamada Leopardo al sol, y luego supe que los protagonistas no estaban encantados de que se contara su historia, porque se iba a producir una telenovela. Las familias amenazaron de poner una bomba a la productora que compró la historia, así que todo se quedó en proyecto, y el guión se quedó en una gaveta de mi escritorio. Entonces se me ocurrió volverla una novela, le cambié los nombres, la convertí en ficción. Contacté a los abogados de las familias, y le mandé a preguntar que me pasaría si la publicaba. Ellos me mandaron esta curiosa respuesta: “Telenovela de ninguna manera, porque eso la ve todo el país, sus esposas, hijos, y eso no. Ahora que si quería escribir un libro, que bien pueda, porque eso no lo lee nadie”. Con ese libro, donde aprendí a pasar de la realidad a la ficción, descubrí las mieles de decir mentiras, y no me abandonan.

-¿Está de acuerdo con ese comentario que le mandaron a decir esas familias? ¿Cuál es la vigencia de los libros en estos momentos?

-No es tan verdad nunca. Los libros tienen un largo aliento, que de pronto no tienen otros géneros. Lo que sí creo es que no se puede encumbrar los libros en una especie de plataforma de cultura superior, porque así los matas. Hot Sur es una mezcolanza entre un filósofo como Walther Benjamín con superhéroes como El hombre araña. La sal de la cultura está en esa movilidad de lo alto a lo bajo, y que los grandes mitos de la humanidad surgen de todas las formas de cultura. En ese encuentro de comics, sinfonías, telenovelas, tragedia griega, está la supervivencia de la literatura. Que los grandes clásicos, con todo nuestro respeto, los debemos manosear, apropiarnos de ellos, ver que es la misma sangre la que corre por todas las formas de la cultura, ahí está la posibilidad de supervivencia.
Fotos: Archivo

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