#ImpulsoMundial Latinoamericanos se apoyan… por ahora

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Los hinchas de América Latina están apoyando a todas las selecciones de la región en esta Copa del Mundo. Pero esa camaradería desaparecerá seguramente en unos días, cuando llegue la fase de eliminación directa.

Por ahora, hay una fusión latina.

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La samba brasileña se ha combinado con el mariachi mexicano o con la cumbia colombiana. Los mexicanos se pasean con sus grandes sombreros, y los argentinos se ponen máscaras de Diego Maradona, Lionel Messi o el papa Francisco, quien es también un gran seguidor del fútbol.

Los uruguayos buscan llevar la matera a todas partes, para no dejar de beber esa infusión tradicional de su país y de Argentina.

Los latinoamericanos se sienten como en casa en Brasil, y los resultados lo demuestran.

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Cuatro equipos de la región están ya clasificados a los octavos de final —Colombia, Chile, Argentina y Costa Rica. Y cuatro más todavía tienen posibilidades de avanzar: Uruguay, México, Ecuador y el anfitrión Brasil.

Los seguidores de muchos países vecinos han llegado a Brasil, en autobuses o furgonetas. Desde México, a miles de kilómetros, tres amigos hicieron el recorrido en bicicleta.

La playa de Copacabana se ha llenado de argentinos, quienes han aparcado sus camiones y casas rodantes a lo largo de la avenida costera de cuatro kilómetros. Muchos llegaron sin entradas para los partidos. Unos 50.000 acampan en Río y la embajada argentina espera que 100.000 lleguen para el último partido de la Albiceleste en la primera fase, el miércoles contra Nigeria en la ciudad meridional de Porto Alegre.

Los seguidores se han abrazado, han bailado con disfraces y han prodigado interpretaciones masivas y «a capella» de los himnos nacionales antes de los partidos. El bullicio en los estadios ha sido ensordecedor, y parte de ello obedece a la pasión de los latinoamericanos.

«La llegada de hinchas latinoamericanos ha rebasado nuestras expectativas», dijo Roberto Azir, funcionario de seguridad en Río de Janeiro, a cargo de la vigilancia en la Copa del Mundo.

Han surgido también algunas escenas desagradables. En una, brasileños y argentinos se lanzaron botellas de cerveza y se insultaron en Belo Horizonte. En Río, 100 seguidores de Chile irrumpieron en la sala de prensa del Maracaná y al menos 10 hinchas argentinos fueron detenidos después de saltar una valla en el famoso estadio con la intención de ver el partido entre su selección y Bosnia-Herzegovina.

«Cuando dijeron que el Mundial sería en Brasil comenzamos a prepararnos», comentó el argentino Juan José Martínez, quien condujo su furgoneta durante 36 horas ininterrumpidas desde Córdoba, con su amigo Pedro Luis Esquivel y otras dos personas.

La experiencia ha sido costosa. La reciente crisis de la deuda argentina ha hecho que el peso se desplome en su cotización frente al real brasileño.

Mientras comían hamburguesas y papas fritas, los dos argentinos estimaron que el precio de esa comida en Brasil era casi cuatro veces mayor al que pagarían en Argentina.

«No es culpa de Brasil», señaló Martínez, quien trabaja como crupier de casino. «Es culpa de Argentina por la economía hecha pedazos que tenemos. Pero esto es una cosa de una vez en la vida».

Los próximos dos mundiales en Rusia y Catar estarán demasiado lejos, por no hablar de los problemas del idioma. Aunque los brasileños hablan portugués, los hispanohablantes por lo general pueden comunicarse con ellos, o entender al menos parte de lo que dicen.

«Me siento muy a gusto aquí», afirmó Cristhian Recalde, quien viajó desde Guayaquil, Ecuador, con su hermano Roger.

«Viví año y medio en España. Hablan español, pero no me sentía tan bien recibido allá».

La Copa del Mundo es un paquete doble para muchos: fútbol y vacaciones.

Roger Recalde calificó el Mundial como una de las «maravillas naturales» de América del Sur, y lo agrupó con las Cataratas del Iguazú, en la frontera entre Brasil y Argentina; Machu Picchu, en Perú; y las Islas Galápagos en Ecuador.

«Yo tenía una lista de los lugares a los que quería ir en Suramérica, y puedo tachar de la lista a Brasil y el Mundial», dijo.

A menos que estén jugando contra otro equipo latinoamericano, todo el mundo parece estar animando a los vecinos.

«Esta es una Copa donde queremos que Latinoamérica gane», dijo Roger.

La simpatía puede terminar cuando comiencen el sábado los octavos de final.

México o Brasil podrían tener que enfrentarse a Chile, mientras que Colombia se podría medir con Uruguay o Costa Rica, y Argentina contra Ecuador.

En 2010, tres de los cuatro semifinalistas fueron europeos. En 2006, los cuatro pertenecían al viejo continente. Pero los aficionados latinos pueden ser una motivación. Los seis mundiales anteriores que se jugaron en América Latina fueron ganados por selecciones de la región.

Muchos argentinos dicen que si los eliminaran apoyarían a cualquier equipo latinoamericano, a excepción de Chile, que se alió con Gran Bretaña durante la Guerra de las Malvinas de 1982.

Otros latinoamericanos están dispuestos a apoyar a cualquier de los demás, pero no Argentina.

«Sabemos que la reputación de los argentinos no es tan buena en Latinoamérica», observó Martínez, el croupier de casino. Culpó a que los residentes de Buenos Aires, que al igual que los habitantes de grandes ciudades como París o Nueva York pueden despertar antipatía en el resto del país.

Pedro Astudillo y su esposa Paola Zuleta viajaron desde Antofagasta, en el extremo norte de Chile, con sus hijos Nicolás y Valentina.

Los hombres asistieron a un partido, mientras «las mujeres fueron de compras», relató Pedro.

El viaje costó seis millones de pesos chilenos, u 11.000 dólares.

Los hermanos mexicanos Francisco Sánchez y Alfredo Machuca, de la ciudad de Matamoros, fronteriza con Estados Unidos, dijeron que apoyarían a cualquier equipo latinoamericano si eliminaban a México.

«Pero para ser sinceros, nos identificamos más con los colombianos que con otros más al sur como Uruguay, Argentina o Brasil», confesó Sánchez.

Su hermano, que vestía la camiseta verde de México, metió la cucharada.

«Tenemos el tequila, y los colombianos tienen guaro — o aguardiente —, que nos encanta».

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