Las capacidades de un partido

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Que los partidos son indispensables a la democracia, como las empresas a la economía de mercado o los equipos de un deporte a la liga correspondiente es algo muy difícil de discutir. Las evidencias son claras y contundentes y, sin embargo, se las discute. Hay quienes prefieren la política individualista que nunca lleva lejos, si es que lleva a alguna parte, porque sin organización y sin programa estructurado con base en un cuerpo de ideas, no es posible avanzar. A lo sumo, el individualismo puede desembocar en el personalismo, el culto al líder (o lideresa) fuerte y mesiánico (a) que nos promete la salvación si ponemos en sus diestras manos y su puño firme el destino. Ni una nación, ni un partido pueden depender de una persona. Entre los malos negocios sociales, ese puede ser el peor.

Tampoco puede haber partido único sin que estemos en dictadura. Es una contradicción esencial. Partido viene de parte, nunca de totalidad, porque la sociedad es plural. En ella conviven diversas opiniones, visiones, intereses. Es lo normal.

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La utilidad de un partido depende de qué tan bueno sea al ofrecernos las tres capacidades básicas que una sociedad tiene derecho a esperar de él. Capacidad electoral, capacidad gubernativa y capacidad innovadora.
Por la capacidad electoral el partido ofrece candidatos a los cargos públicos, y a estos aspirantes una estructura de hombres y mujeres esparcidos por el territorio para ayudarlos a buscar los votos y luego a cuidarlos, a defenderlos.

Pero ganar una elección no basta, hay que saber qué hacer con el poder conquistado, para que todo no acabe en la frustración y el fracaso. Por la capacidad gubernativa, el partido debe estar en condiciones de ofrecer equipos para gobernar y planes y programas a ser llevados adelante. Es tan frecuente que por allí se vaya el juego. No hay muchos que sepan ganar, pero más reducido es el campo de quienes sepan qué hacer una vez han ganado.

Y resulta que ganar y gobernar, incluso gobernar bien, tampoco son suficientes. Porque la realidad cambia y nuevas demandas siempre aparecerán. Es cuando se evidencia la necesidad de que el partido tenga capacidad innovadora, y pueda aportar a la sociedad nuevas ideas y nuevas generaciones que siempre renueven los desafíos, las posibilidades y las esperanzas. Pues una sociedad sin esperanzas es una envejecida y tarde o temprano, moribunda.

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Capacidad de ganar, capacidad de gobernar y capacidad de innovar. Por ellas, y no por la fecha de su fundación, el carisma de sus líderes o su papel coyuntural,se sabe si un partido tiene la madurez y la vitalidad que hacen falta. Hay más qué decir, claro, pero ahí está lo básico.

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