Entonces, que nos maten

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Dice un tradicional cuento anónimo que un abuelo y su nieto, quienes viajaban de pueblo en pueblo se hicieron acompañar por un asno que les hiciera más liviano el recorrido.

Decidió el abuelo que el niño fuera montado en el burro para que no se cansara y él caminaría al lado del animal. Cuando pasaron por la primera aldea, algunos lugareños exclamaron: “¡Lo que hay que ver! El pobre anciano a pie, mientras el niño va cómodo”.

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Ante tales comentarios decidieron que el abuelo fuera sobre el pollino y el niño abajo. Pasaron por otro pueblo y habitantes dijeron: “¡Qué falta de caridad! El hombre cómodamente y el niñito a pie”.

Para protegerse de las críticas la pareja subió al borrico y por otro caserío los aldeanos increparon: “!Van a reventar al animal! ¡Merecen una paliza!”

Entonces decidieron caminar junto al cuadrúpedo y al llegar a la ciudad, la gente entre carcajadas se burló: “¡ Par de tontos! Tienen un burro y ninguno se sube. Por lo menos el viejo debería dejar que lo hiciera el niño”.

De repente, el burro escapó, se precipitó a un barranco y murió.

Hagamos lo que hagamos siempre habrá gente desaprensiva que critique.

Leí hace poco un artículo donde el autor, con muy pocas razones, a mi entender, defiende al delincuente en la eterna excusa de mejores tratos y estudios sociológicos a cambio de plomo.

Extraña en su nota que muy pocos, o ningún policía resulta herido en enfrentamientos, como en aquella tira heroica del Llanero Solitario, un ranger de Texas enmascarado del viejo oeste de EE. UU, que galopaba para enmendar injusticias con la ayuda de su astuto y lacónico secuaz indio Toro, a quienes nunca se les acababan las balas en largos tiroteos con los malhechores.

Los operativos policiales fuertes en los barrios no van en contra de los derechos humanos sino en protección de las familias, o sea, se pide clemencia para los facinerosos en los citados enfrentamientos, que el autor coloca entre comillas, y no para las inocentes víctimas que reciben un plomazo por no dejarse quitar su celular.

Pero si la policía es pasiva, a lo mejor, este mismo articulista descarga la falta de voluntad para combatir el delito. (Vuelvan a leer el cuento del burro, el anciano y el niñito). “También los delincuentes, por sanguinarios que sean, tienen derechos humanos. Si se le otorga la licencia para matar a policías y militares, en una política que aparentemente sólo busca la limpieza social, limpiar la calle de los delincuentes, se les está otorgando un poder inmenso a los uniformados”. No deja de tener razón, pero ¿subimos al burro, o nos vamos a pie?

Entonces, por favor, que los cuerpos policiales y militares no visiten los barrios, no maten delincuentes, y no se lleven a nadie preso.

El hombre, hasta el momento ha permanecido en la cima de la pirámide depredadora y no existe en la actualidad ninguna criatura que le dispute el puesto. El mayor asesino de la tierra es el hombre y hasta mata por deporte. El depredador mata para sobrevivir. El hombre es auto destructor y consciente del asesinato que está cometiendo, y si tiene etiqueta de delincuente, el esfuerzo es menor.

MORALEJA: Si te dejas guiar por las opiniones de los demás, acabarás como el anciano y el niño de este cuento, sin burro y sin llegar a ninguna parte. No hagas caso al qué dirán y escucha únicamente la voz del corazón.

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