Lo que no se dijo en el hermoso acto que realizó el Cantón Carora en el teatro Alirio Díaz es que esta fundación mantiene un comedor para personas pobres, algo que no es novedad en nuestra ciudad donde la caridad es una de las muchas expresiones del acendrado catolicismo que forma parte de nuestra historia.
Somos herederos de una tradición religiosa que se instala con las cofradías, las cuales impulsaron nuestra educación y la economía, dos caras de la vida social que en nuestra tierra se hermanaron cuando los estudios de Latín se complementaban con la instrucción en artes y oficios, conformando así una idiosincrasia ciudadana donde el trabajo era tutelado por los valores católicos.
Al ver a Gerardo Riera, presidente del Cantón Carora, inaugurar el acto y sentir en el ambiente la bendición del Padre Beto, uno podía sentir allí la presencia, también robusta, de Don Octaviano Herrera, quien a mediados del siglo XX encarnó la bondad que durante décadas antes era vocación de las figuras que dieron lustre a nuestro gentilicio y que enaltecemos con el proyecto Carora, Una Historia de Trabajo y Fe.
El Cantón Carora fue en el siglo XIX realidad geopolítica porque comprendía el territorio que hoy conforma la Diócesis pastoreada por el Obispo Carlos Curiel, quien cerró el acto, lo cual elevó la ceremonia realizada al rango de jornada histórica.
En Carora existe una tradición ancestral hacia la caridad, el caroreño con todo y sus imperfecciones humanas y sus contradicciones existenciales producto de la lucha entre sus arrebatos místicos y sus imperiosos deseos animales, siempre ha tenido un espacio en el alma para auxiliar a sus semejantes en condición de necesidad. Esta condición es parte de la caroreñidad.
La espontaneidad y la frescura de tender la mano es un acto que algunos caroreños realizan con suma elegancia sin que el beneficiario sienta alguna ofensa por la ayuda, precisamente porque en cada entrega caritativa el caroreño cumple un acto de fe mediante el cual logra entrelazar virtudes de apego terrenal y vuelos espirituales de gran altura .
Dentro de esta categoría de caroreños espléndidos en el dar indudablemente que se ubica la pareja católica conformada por Octaviano Herrera y su esposa Natalia Andrade Meléndez de Herrera, a quienes recordamos como personajes de bien que están en el hilo de continuidad filantrópica que inspira al Cantón Carora. Este matrimonio de nombres frondosos y cálidos, como el almendro o el algarrobo, tenían la particularidad de convocar la caridad caroreña para convertirla en cruzada cotidiana para aliviar dolores sociales.
A mediados del siglo pasado Octaviano Herrera y su esposa Natalia se convirtieron en nombres emblemáticos vinculados a causas humanitarias y por ello era común verlos liderar actividades que tenían como finalidad el socorro de males sociales recurrentes. Los caroreños de la tercera edad podemos recordar con agrado las permanentes campañas de esta piadosa pareja en beneficio de los pobres, Dentro de estas actividades destaca El Banquete de la Caridad, el cual se realizaba en beneficio del Hospital San Antonio y participaban prominentes personalidades de la época. En El Diario, dirigido por Antonio Herrera Oropeza, aparecían listas de colaboradores y el mismo periódico se convertía en gran abanderado de esta noble causa.
Carora, siempre Carora.
Una historia de trabajo duro movido por la fe.
Jorge Euclides Ramírez
