En las presidenciales del pasado 28 de julio de 2024, el poder electoral dio como ganador al candidato oficialista, un sorprendente e inesperado resultado contrario a las encuestas preelectorales, a las mediciones a boca de urna, y a las actas en manos de los testigos de la oposición. La Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia ratificó este resultado sin que antes se publicaran las actas desagregadas por mesas y centros electorales que comprobaran la veracidad de la totalización anunciada.
Cuando esto se repite una y otra vez, el elector percibe que su voto no tendrá ningún efecto en el resultado y decide que no volverá a votar. De hecho, se han vuelto a escuchar las consignas abstencionistas y desmovilizadoras que dicen: “en Venezuela se vota, pero no se elige”, “participar en las próximas elecciones es convalidar la farsa electoral del régimen”, “no voy a votar porque no quiero que me vuelvan a robar el voto”.
Esto es lo que la psicología llama la desesperanza aprendida, un concepto que analiza y describe un estado mental en el que una persona -expuesta a estimulaciones aversivas que no puede controlar-, aprende a comportarse pasivamente, al ver que es inútil su acción para cambiar un resultado no deseado.
Justamente, el deterioro de las condiciones electorales forma parte de las estimulaciones aversivas que el elector descontento no puede controlar y se revela como una eficaz estrategia del régimen para implantar la desesperanza aprendida en el mapa mental de los electores venezolanos. En esencia, se trata de un mecanismo de dominación para influir en la conducta electoral del votante opositor y una vez más provocar la abstención que convierta en mayoría a la minoría oficialista.
En el maratón electoral de 2025 se convocaron comicios para elegir 3.375 cargos públicos, a saber:
- 285 diputados a la Asamblea Nacional;
- 24 gobernadores;
- 260 legisladores regionales;
- 335 alcaldes; y
- 2.471 concejales.
Después del shock desmoralizador y paralizante de las Presidenciales del 28-J, se sabía que el CNE convocaría de manera apresurada las elecciones parlamentarias y regionales para dejar fuera de juego a un sector de la oposición que se enfocó en reclamar los resultados de las presidenciales, pero no reaccionó ni se preparó con tiempo para participar en las siguientes elecciones parlamentarias y regionales que podía ganar por paliza, tomando en cuenta el enorme rechazo a los candidatos oficialistas, y así demostrar una vez más con quien está la soberanía nacional ejercida a través del voto. Pero en vez de llamar a votar, llamaron a la abstención.
Por eso, en las parlamentarias y regionales que se celebraron el pasado 25 de mayo el resultado estaba cantado y no había nada que hacer: se impuso la abstención que le permitió al oficialismo ganar la mayoría de los primeros 569 cargos en disputa. De hecho, arrasaron con 23 de las 24 gobernaciones y 256 de los 285 diputados a la Asamblea Nacional.
Si en los próximos comicios municipales en los que se elegirán 335 alcaldes y 2.471 concejales nuevamente se impone la abstención, una vez más el oficialismo convertirá en mayoría su decadente minoría, y barrerá con la mayoría de los 2.806 cargos en disputa, lo cual dejaría prácticamente sin representación política al país descontento.
Por lo tanto, los candidatos que expresan el malestar nacional y sí se pudieron inscribir para competir en las municipales del 27-J, tienen por delante el reto de presentar una oferta electoral conectada con el sentir de la gente, y de armar una maquinaria electoral capaz de defender los votos en cada mesa electoral. Esto ayudará a recuperar la confianza en la institución del voto para capitalizar electoralmente el enorme rechazo a los candidatos oficialistas, y recuperar espacios de resistencia y lucha institucional para comenzar a construir una favorable correlación de fuerzas que impulse la restauración de la democracia venezolana de abajo hacia arriba, desde los estados y municipios.
Sin contrapesos institucionales para poner límites al control del gobierno sobre los demás poderes públicos se deteriora aún más la democracia. Quienes detentan el Poder Ejecutivo van controlando y subordinando los demás poderes públicos hasta imponer su hegemonía institucional, con un CNE y un TSJ a su favor.
Ciertamente, las condiciones electorales son cada vez más desventajosas, pero no anulan la inigualable ventaja que otorgan las favorables condiciones políticas derivadas del enorme rechazo a los candidatos oficialistas. De allí que abstenerse es mucho más que no votar. Abstenerse es claudicar, es rendirse, es no luchar para lograr que el malestar nacional quede mejor representado en los poderes públicos de elección popular. Hay por lo menos diez poderosas razones para participar en las próximas elecciones municipales que se realizarán el domingo 27 de julio:
- Para independizar las decisiones de participación política en las regiones de una dirigencia centralista que solo le interesa la presidencia de la República.
- Para promover la emergencia de un nuevo liderazgo municipal del cual surgirá una nueva dirigencia política mejor conectada con el sentir regional y nacional.
- Para armar una maquinaria de organización política y fortalecer la capacidad de participación y movilización ciudadana.
- Para capitalizar electoralmente el enorme descontento nacional.
- Para volverse a contar y demostrar una vez más con quien está la soberanía nacional ejercida a través del voto.
- Para no convertir en mayoría a la minoría oficialista.
- Para recuperar espacios de resistencia y lucha institucional.
- Para hacerle contrapeso al gobierno e impedir que siga arrollando y pasando la aplanadora.
- Para lograr una mejor representación del país descontento en las alcaldías y concejos municipales que es donde se deciden los asuntos que están estrechamente vinculados con los habitantes del municipio.
- Para impulsar el reencuentro y la reconciliación nacional desde los municipios y contribuir a superar el largo conflicto político venezolano.
Con el férreo control político, económico, social, militar y territorial que ha logrado el gobierno, no hay vía rápida para restaurar la democracia venezolana. Esto será posible cuando el país descontento y políticamente organizado, acumule suficientes fuerzas para lograr la reinstitucionalización de los poderes públicos y obligar al gobierno a sentarse a negociar una solución electoral y pacífica del conflicto político.
Restaurar la democracia venezolana y recuperar la alternabilidad en el poder será posible a través de un gradual y sostenido proceso de acumulación de fuerzas que comienza por no rendirse y dar la pelea para ganar todo lo que se pueda de los 2.806 cargos que se disputarán en las municipales del 27 de julio, a fin de convertirlos en espacios de resistencia y lucha institucional que le hagan contrapeso al gobierno y pongan freno a la deriva autoritaria del gobierno.
Por todas estas razones, el país descontento está llamado a votar masivamente en las elecciones municipales del próximo 27 de julio.
Víctor Álvarez R.
@victoralvarezr