La temeraria acción del Presidente Trump de bombardear las instalaciones nucleares iraníes no fue improvisada. Desde el primer instante y tras la sorpresiva acción, todos los adversarios, enemigos y desconfiados con el mandatario norteamericano adelantaron argumentos para demostrar los errores que éste habría cometido.
Se invocó desde una III Guerra Mundial hasta la violación de la Constitución norteamericana, un reinado de terror en el mundo, la supervivencia de la amenaza nuclear y el descalabro de las economías mundiales.
El propio Trump facilitó la crítica utilizando su acostumbrado lenguaje hiperbólico de promotor inmobiliario al decir que la capacidad nuclear iraní habría sido absolutamente aniquilada.
Pero a medida que pasan las horas y los días se viene aclarando que a pesar de todo el cacareo mediático de charlatanes y oportunistas de siempre – de lado y lado – va surgiendo una realidad quizás mucho más interesante para el futuro de la humanidad.
Se evidencia claramente que el régimen iraní quedó muy disminuido en sus capacidades agresivas: Primero por la devastación general de su arsenal defensivo y ofensivo; y luego por la destrucción y desarticulación de la mayor parte de su programa nuclear.
Y Trump, conocedor como pocos de la significación política de la mitología y las medias verdades, debió entender bien la importancia de las narrativas y de darle a los ayatolás una manera de salvar las apariencias ante su propio público.
Tras llenarse la boca de sanguinarias y rimbombantes amenazas de represalias y venganzas recíprocas, ambos se han conformado con un ataque simbólico, incruento, comedido, y previamente concertado, a una base previamente evacuada en Omán: Un paripé para la galería que ahora celebran como el “triunfo de la revolución”.
Los aliados fundamentales de Irán hicieron mutis: Rusia con un sentido pésame, y China advirtiendo que no se les ocurra cerrar el estrecho de Ormuz. Solo algunos saltimbanquis y bufones tropicales hicieron coro al hazmerreir de lobos feroces.
En resumen: Irán, la prepotente, tenebrosa y siniestra amenaza medieval aparece humillada, disminuida y drásticamente limitada por un buen tiempo.
Ahora Trump busca un cese al fuego entre Israel e Irán, a lo cual los embatolados embolatados solo atinan a responder: “si ellos paran primero”.
La situación es compleja, con mucho recelo, rabia y resentimiento por ambos lados, pero si se logra congelar la confrontación bélica entre ambos países apenas quedarán sus tentáculos de odio rodando solos por distintas partes del mundo y más fáciles de rematar.
Antonio A. Herrera-Vaillant