La Biblia dice que todo aquel que cierra sus ojos ante el clamor y las necesidades del pobre, cuando a ÉL le toque el turno de también clamar ayuda jamás será escuchado por Dios (Proverbios 21:13). Todo aquel que cierra sus ojos ante las necesidades del pobre tendrá muchas maldiciones y aquel que ayuda al pobre jamás tendrá pobreza (Proverbios 28:27).. Quise iniciar esta reseña con dos pasajes bíblicos y titular con un pensamiento de Nuestro Libertador Simón Bolívar porque lo que voy a relatar se relaciona con un caso que me ocurrió hace 31 años y la semana pasada tuve una inesperada y a la vez muy agradable sorpresa que la recordaré siempre como una de las tantas experiencias que he tenido en toda mi vida . En el año 1.994 siendo Yo Director de los Servicios Comunales de la Alcaldía del Municipio Iribarren durante la administración del Alcalde para ese entonces Nelson Piña, llegó a esta Dirección un día sábado en la mañana, una señora entre 55 y 60 años de edad, de aspecto muy humilde quien le preguntó al vigilante de guardia que donde podía encontrar al Alcalde Nelson Piña porque necesitaba hablar urgentemente con ÉL para solicitarle una ayuda con la finalidad de solventar un grave problema que le había ocurrido. El vigilante le manifestó que conseguir al Alcalde era muy difícil porque era un día Sábado y la alcaldía no trabajaba ese día ni los Domingos.
Como yo iba todos los sábados a mi oficina en horas de la mañana con la finalidad de escribir en máquina las columnas para EL IMPULSO, escuché lo que había dicho aquella humilde señora que andaba llorosa, le pregunté cuál era su problema y me dijo que en horas de la madrugada había muerto un nietecito de ella de 2 años de edad y ni ella ni su familia tenían recursos para comprar la urna ni para enterrar a su nieto. Me dijo que por eso andaba buscando al Alcalde Nelson Piña porque ella sabía que era un hombre bueno y generoso y tenía seguridad que si le planteaba su problema el Alcalde la ayudara. Le dije a la señora que si ella encontraba al alcalde EL la mandaría a hablar conmigo porque Yo era el Director encargado para solucionar ese tipo de problemas . Le dije a esa señora que Yo le iba a resolver su problema y le pedí al vigilante que me llamara a su casa a José Pastor Gutierrez quien era el Administrador de todos los cementerios de Iribarren. Cuando José Pastor contestó el teléfono le ordené como su jefe inmediato que se fuera inmediatamente para el cementerio y esperará en su oficina a una señora que le iba a enviar para que le resolviera su problema. Le dije que le diera la urna, le asignará la fosa y enviará el coche al siguiente día para el entierro. Le di a esta señora una colaboración de 500 Bs en efectivo para que comprara azúcar y café para el velorio y esa cantidad en esa época era una muy buena colaboración. Le dije algo a la señora quien a pesar de su sentimiento demostró una sonrisa cuando le dije: Señora ya le solucioné su problema dándole la urna, la fosa y 500 Bs para el café y el azúcar ahora el muerto lo pone usted. Le ordené al chofer que sacara el JEEP de la Dirección y llevará a la señora al cementerio y luego a su casa y que me buscara a mi en mi casa a las 7 de la noche para que fueran un rato al velorio. Yo fui al velorio y toda la familia me recibió muy bien y me dieron las gracias por el favor que les había hecho.
La semana pasada andaba por el centro de la ciudad en horas de la mañana y pasé por un pequeño Restaurante y vi unas empanadas de pabellón que me provocaron y como cargaba Bs. 150 decidí entrar a comer una empanada y tomar un café. Me atendió una joven muy amable cuando me senté en una mesa y le pedí que me trajera una empanada de pabellón y un café. Noté que la dueña del local que estaba en la caja registradora llamó a la joven que me atendió y señaló hacia donde yo estaba. Me extrañó porque pasaron 10 minutos y no me servían las empanadas y el café. Sorpresa para mi cuando viene la propia dueña y me traía un suculento pabellón bien resuelto. Yo le dije que no había pedido ese pabellón porque no tenía suficiente dinero para pagarlo y la señora me dijo que me lo comiera con tranquilidad y que después hablamos ella y yo. Cuando terminé de comer el pabellón la señora se sentó a mi lado y me preguntó si yo había trabajado en la alcaldía y le contesté que sí había trabajado 39 años y 8 meses y que los últimos 3 años fui Director de Servicios Comunales. La señora me dijo que cuando me vio entrar me conoció en el acto porque mi cara nunca la había olvidado por un gran favor que Yo le hice cuando más lo necesitaba. Me preguntó si recordaba cuando llegó una señora muy mayor y me pidió ayuda hace 31 años. Le dije que si me acordaba de esa señora a quien yo ayudé como lo habíamos hecho con muchas personas que no tenían recursos para enterrar un ser querido cuando moría porque esa era una de la políticas sociales donde más interés puso el alcalde Nelson Piña de que se cumplieran ayudando a quienes necesitaban esa ayuda. Me dijo que ella era la madre del niño que había muerto y que el pabellón que me había servido ya estaba pagado aunque con un precio muy pequeño en comparación con el incalculable valor que tenía el favor que yo les había hecho cuando más lo necesitaban. y no había suficiente dinero en el mundo para pagarlo. Le pregunté por su mamá que fue la señora que habló conmigo y me dijo que murió en el 2002 de una ACV.
Esa experiencia me inspiró para escribir esta reseña como columnista de EL IMPULSO. Por eso hay que hacerlo bien sin mirar a quien y sin esperar nada a cambio. La Bíblia dice: «Traten a los demás como quieren que los demás los traten a ustedes» Lucas 6:31.. Finalmente no conseguí otras palabras más apropiadas para titular esta columna que las dichas por Nuestro Inmortal y Glorioso Libertador Simón Bolívar cuando dijo: «Haced bien al prójimo no cuesta nada y vale mucho»
Alí Ramón Delgado