#OPINIÓN Reconstruir a Venezuela es tarea de todos #2Ago

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Nuestro país se enfrenta a un desafío político complejo. Tras unas elecciones marcadas por el ventajismo institucional, la desconfianza y la abstención, el panorama que se abre es duro: no habrá nuevos comicios nacionales en los próximos cuatro años. El gobierno, sostenido por una minoría organizada y con el aparato del Estado a su favor, seguirá teniendo el control de las principales instituciones. Mientras tanto, la mayoría del país —golpeada por la pobreza, la decepción y la desesperanza— se queda con cada vez menos canales institucionales inmediatos para expresar su voluntad de cambio.

Pero esto no es el final del camino. Muy por el contrario, es un momento de mayor responsabilidad. El reto consiste en resistir, reorganizarnos y seguir siendo voz activa de un país que, aunque herido, no ha sido vencido. Hoy más que nunca es imprescindible que las fuerzas democráticas mantengamos viva la llama de la esperanza, no como consigna vacía, sino como tarea diaria de articulación social, acompañamiento comunitario y construcción de un verdadero proyecto alternativo de país. Debemos ser los primeros en siempre dar el ejemplo, entendiendo que ser democrático es un compromiso guiado por valores de la tolerancia, la empatía, justicia y civilidad. 

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También es cierto que, por duro que suene, el resultado electoral reciente pudo haber sido aún más desalentador. A pesar de todas las condiciones adversas, hubo signos claros de resistencia ciudadana. Pero también nos dejó una gran lección: no basta con indignarse o tener la razón. Hay millones de venezolanos que no votaron, no porque estén de acuerdo con el gobierno, sino porque ya no creen en nadie. Han perdido las esperanzas, han perdido referentes que los escuchen y se preocupen por ellos. Es a ellos a quienes tenemos que ayudar a tender puentes. Escuchar más. Proponer mejor. Reencontrarnos como sociedad y ofrecer razones para volver a confiar.

La devastación social es profunda. La pobreza crece, los servicios colapsan, y la inflación sigue erosionando lo poco que queda del salario. Hay familias enteras que viven al día, sobreviviendo con la angustia como rutina. En medio de este caos, se espera que la gente tenga cabeza para la política, pero para muchos, la política es parte del problema, no de la solución. Allí también tenemos una tarea: mostrar que sí existe una política distinta, que no busca imponerse ni dividir, sino sanar y reconstruir.

No podemos caer en radicalismos estériles que solo reproducen el ciclo de odio y fragmentación. La Venezuela democrática que queremos debe empezar a construirse hoy, incluso en medio de esta oscuridad. Es momento de unir a todos los que quieran un país distinto, sin etiquetas ni purezas, sin sectarismos ni dogmas. Necesitamos acuerdos básicos que nos permitan defender derechos, sostener luchas y trazar una hoja de ruta con los pies en la tierra y la mirada en el futuro.

Nadie vendrá a rescatarnos. Nadie resolverá por nosotros lo que hemos de construir como país. Y aunque la apatía parezca ganar espacio, también allí hay una señal: el deseo de cambio sigue vivo, solo que herido y sin dirección. Nos corresponde a nosotros darle sentido, organización y propósito. Resistir hoy es también prepararnos para reconstruir mañana.

Stalin González

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