#OPINIÓN Sin dimes y diretes #4Sep

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El gobierno de Estados Unidos refuerza su capacidad de monitoreo e interdicción del tráfico de estupefacientes en el Caribe Sur con una flota que también vigila las costas colombianas sin que aún el deslenguado Petro chille vaya a invadir a su país. Su gobierno más bien asegura que no está planteada ninguna invasión.

Pero el gobierno de Caracas – nervioso y con la conciencia negra – arma una descomunal alharaca – secundada por tontos útiles – sobre una invasión norteamericana, confundiendo de paso la presencia de un submarino de propulsión nuclear con la introducción de armas nucleares en la región – en una histérica invocación del Tratado de Tlatelolco.

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Como si para desalojar una miserable banda de okupas en guaridas donde nadie arriesga la vida por defenderlos fuese necesario el poderío atómico.

El contingente norteamericano está en el Caribe Sur exactamente para lo anunciado: Detectar con precisión todo lo que entra y sale de las largas costas de aquello que antiguamente se llamó Tierra Firme, y actuar donde le parezca necesario. Por ahora.

Es obvio que también podrán monitorear más claramente los embarques petroleros, avionetas, envíos clandestinos de oro y demás.

Aquí los capos más responsables no pasan de dos puñados y sus delitos de sangre están claramente identificados. Todo aquel contingente no sería necesario para efectuar un eventual “cambio de régimen” en un cuero seco donde no se divisan héroes kamikaze.

Lo único que ahora se puede estar negociando es el futuro del estamento oficialista, de los distintos poderes del Estado nacionales, regionales y locales, civiles y militares, y de todo cuanto represente al sistema actual.

A lo que aspira la comunidad democrática nacional e internacional en Venezuela es a la restauración de las libertades, la institucionalidad y la gobernabilidad, y esto es un proceso que va mucho más allá de la simple remoción de unos cuantos personajes centrales.

No se trata de un simple quítate tú para ponerme yo, sino de reconstruir todo un tejido social devastado por un cuarto de siglo de desorden, desgobierno y degradación.

Abarca todos los poderes civiles y militares del estado y la sociedad, el rescate de una infraestructura en ruinas y la resurrección de una economía devastada – sobre las bases de credibilidad, estabilidad y transparencia.

Son temas muy serios que requieren de estadistas que no se perciben en una oposición plagada de dimes y diretes, histrionismos, petulancias y pequeñeces. Si las redes hoy reflejan las realidades mejor será que no se vistan – porque a ese baile aún no irán.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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