#OPINIÓN Por la puerta del sol (163): Aún hay tiempo… #22Abr

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Infeliz es aquel que vive sin tener un sueño, que no espera, que no ríe, que no añora, que no vive ni ama porque su pecho es un erial sin sentimientos.  

La vida es una ilusión incrustada de retoños, es vibrante como las estrellas, buena como el agua de la fuente, sin fronteras como el canto del pájaro, sublime como el amanecer, atractiva como la libertad, apasionante como un te quiero. 

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Los recuerdos de la infancia en momentos difíciles traen a la memoria aquel viejo jardín en el que todo era alegría. Como en esta vida nada se queda estático el hombre avanza en su ruta, el verano llega surtiendo de madreselvas, de flores y de siembras el corazón. Pero como todo lo que llega se va, así mismo pasa el tiempo de los vuelos del amor, de la siembra y de la interrupción de las llamaradas, la juventud se va más rápido de lo que se espera, el tiempo pasa aprisa, llega la calma y también el silencio dando paso a la luz del otoño que llega con su brisa suave a mover el fruto y a cosechar los racimos. Desde este momento se ve cerca y abierta la puerta del ocaso por donde llegan los rigores del frío y la proximidad de los adioses. 

Llega la época de todo lo que se teme a lo largo de la vida, el frío y dolor de los huesos, llega el cansancio, el paso se hace lento, se acaba el brío y la fuerza, la salud nos abandona. ¿Por qué esto? Porque ni el tiempo ni el avance de los años detienen su marcha, hoy estamos mañana no, hoy hacemos planes que mañana se truncan, hoy reímos, mañana lloramos, hoy celebramos el cumpleaños, mañana lloran nuestra muerte.  La vida es inestable, unívaga y temporal como lo son la riqueza, la belleza y el poder.

En este mundo todo tiene su momento de florecer, de declinar, su vencimiento y su precio. Nuestra manera de vivir pasa factura a la salud física y mental, cuya obsesión nos enferma y empuja a cavar las propias sepulturas.

A los que no han sabido vivir les pega duro la soledad de los años. Hasta el viento se marcha de sus cuartos vacíos de esperanza, en sus ojos ya no hay curiosidad, tampoco prisa ni sonrisas ni sus manos se cansan de exhibir sus hondísimas tormentas… 

Aún hay tiempo, “Podemos hacer que cielo y tierra se entiendan dentro de nosotros para obtener así un sentido de libertad que nos dará la fuerza para enfrentar lo que venga, sintiendo más intensa la alegría de vivir

(Lin Yutang)

Amanda N. de Victoria 

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