#OPINIÓN Buena Nueva: Perder la vida #3Sep

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Desde el momento que Jesús dejó fundada su Iglesia, comentó a los Apóstoles que debía ir a Jerusalén, donde tendría que sufrir mucho. Agregó que terminaría siendo condenado a muerte, pero que resucitaría al tercer día.

Al primero de estos anuncios del Señor, Pedro, haciendo gala de su impulsividad característica, llama a Jesús aparte y le protesta, diciéndole “Dios te libre, Señor. Eso no te puede suceder a Ti” (Mt 16, 21-27). La respuesta del Señor a Pedro es sumamente dura: “Retrocede, Satanás… porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres”.

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Efectivamente, Pedro piensa en esto como los hombres y no como Dios. El pensamiento de Dios es muy distinto al pensamiento del mundo.

San Pedro se equivoca creyendo que el Mesías, el Hijo de Dios, no podía ser perseguido y ajusticiado. Y con esto expresa algo que es muy lógico para el pensar de los hombres, pero no para Dios: si alguien es tan importante como el Mesías esperado, éste tiene que ser una persona de éxito y de victoria; no puede morir perseguido y fracasado.

Además San Pedro está rechazando el sufrimiento de Jesús. Así nos sucede a nosotros: no queremos sufrimiento ni para nosotros, ni para nuestros seres queridos. Pero resulta que en el plan de Dios, el sufrimiento bien llevado trae muchos beneficios. Y todo sufrimiento -aceptado en amor a Dios- tiene un valor ¡tan grande! que ese valor sirve de redención para quien sufre y, además, para muchos otros.

Ahora bien. Cristo, no sólo nos anuncia su propia Pasión y Muerte, sino que nos anuncia que cada uno de nosotros -si queremos seguirlo- deberemos también sufrir con Él. “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”.

Y ¿cómo es esto de que hay que perder la vida? Lo que Cristo nos quiere decir es que hay que renunciar a lo que pareciera que es la vida, a lo que el mundo nos presenta como si fuera lo más importante en la vida. Cosas como placer, poder, riqueza, éxito, lujos, comodidades, apegos, satisfacciones… todas estas cosas, algunas aún lícitas, forman parte de esa “vida” a la que hay que renunciar para abrazar la cruz que Jesús nos presente en nuestros sufrimientos.

Así obtendremos la Verdadera Vida; es decir, la que nos espera después de esta vida aquí en la tierra. Si por el contrario nos parecen esas cosas -u otras similares- muy importantes y tratamos de salvarlas como si fueran lo más importante en la vida, podemos correr el riesgo de perderlo todo: lo de aquí y lo de allá, la vida y la Vida. Y… ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su Vida? (Mt 16, 26).

PERDER PARA GANAR
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Isabel Vidal de Tenreiro

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