En Barquisimeto, los huecos no solo siguen ahí: se transforman y empeoran. Lo que antes eran simples grietas en el asfaltado, hoy se han convertido en reservorios de agua estancada, generadores de malos olores y nubes de polvo que se levantan con cada vehículo que transita estos sectores. Una situación que se repite en varias parroquias del municipio Iribarren, donde las promesas de recuperación vial todavía no logran materializarse con efectividad.
La Alcaldía de Iribarren ha informado que durante los primeros meses de 2025 se han colocado 3.289 toneladas de asfalto, como parte del Plan Tapa Hueco, recuperando cerca de 19.974 metros cuadrados de vialidad. Aunque esta cifra representa una inversión superior a los 66 millones de bolívares, para muchos ciudadanos estas acciones siguen siendo insuficientes frente a un problema estructural y crónico.
Los huecos que evolucionan y se agravan
Un caso claro se observa en la calle 17 entre la carrera 27 y la avenida Venezuela, donde un enorme hueco ha comenzado a acumular agua tras las recientes lluvias. Lo que era un deterioro de la vía ahora es una fuente de malos olores, un foco de posibles vectores de enfermedades y un riesgo constante para quienes transitan a pie o en vehículos.
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En la calle 48 entre carrera 28 y 29, los conductores denuncian que los daños al pavimento generan nubes de polvo cuando hay sequía, y barro intransitable cuando llueve. Los transportistas que recorren la zona diariamente aseguran que el estado de la vía obliga a desviar sus rutas habituales, provocando mayor desgaste en sus unidades y afectando incluso el tiempo de respuesta en el transporte público.
“Uno trata de evitar pasar por ahí porque el hueco está demasiado grande, pero a veces no hay opción. Cada vez que uno cae, es una pieza del carro que se daña”, señala un chofer de una línea de transporte colectivo que pidió mantener el anonimato.
Más que reparar, se necesita prevenir
Aunque los voceros municipales han resaltado la activación de cuadrillas simultáneas en distintas parroquias, muchos habitantes consideran que el plan no responde con la celeridad ni con la profundidad que exige la ciudad. La falta de mantenimiento prolongado ha hecho que algunas calles luzcan como caminos de tierra, donde el asfalto se ha desintegrado por completo y solo quedan piedras y polvo.
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Los vecinos reclaman una solución integral y no solo “tapar huecos”. Piden diagnóstico real, trabajos de calidad, control posterior y, sobre todo, prevención. Porque muchos de los baches actuales no nacieron de la nada: son consecuencias de reparaciones hidráulicas inconclusas, filtraciones subterráneas ignoradas y años de abandono en la planificación urbana.
Una ciudad que se adapta al deterioro
En medio de todo esto, los barquisimetanos siguen adaptándose. Desvían su ruta, advierten a otros conductores con cauchos o ramas, colocan piedras en las zanjas y, en ocasiones, rellenan ellos mismos los huecos con cemento. Pequeños gestos de resistencia frente a un problema que parece no tener fin.
Barquisimeto sigue esperando calles transitables y respuestas efectivas. Porque el hueco no es solo un vacío en la vía: es una herida abierta en la infraestructura urbana y una deuda que, año tras año, crece con cada lluvia, cada frenazo y cada promesa incumplida.