Cada 13 de mayo, millones de fieles en el mundo recuerdan no solo la primera aparición de la Virgen de Fátima en Portugal, ocurrida en 1917 a los tres pastorcitos; sino también un episodio clave en la historia reciente de la Iglesia católica: el atentado contra el Papa Juan Pablo II en 1981, del que salió con vida, hecho que él mismo atribuyó a la intercesión de la Virgen.
Un atentado en la Plaza de San Pedro
El 13 de mayo de 1981, mientras saludaba a los fieles desde el papamóvil en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II fue víctima de un atentado perpetrado por el turco Mehmet Ali Ağca, quien disparó cuatro veces a corta distancia. Dos de los proyectiles impactaron directamente en el cuerpo del pontífice, hiriéndolo gravemente.
El atentado generó conmoción global, médicos y especialistas declararon que las balas habían estado a milímetros de órganos vitales. Las probabilidades de sobrevivir eran mínimas, pero el Papa se recuperó tras varias cirugías y semanas en el hospital.
Juan Pablo II: “Una mano disparó, otra mano guió la bala”
La fecha del atentado no pasó desapercibida para el pontífice polaco, fervoroso devoto de la Virgen de Fátima. Desde su lecho de recuperación, Juan Pablo II expresó su convicción de que fue “una mano materna” la que guió la trayectoria de la bala para evitar su muerte.
En señal de agradecimiento, un año después del atentado, el Papa peregrinó al santuario de Fátima en Portugal, donde colocó una de las balas que lo hirieron en la corona de la imagen mariana. A partir de entonces, el vínculo entre el pontífice y Fátima se hizo inseparable.
El mensaje de Fátima y el “tercer secreto”
La relación entre el atentado y las apariciones de Fátima también fue interpretada por el Vaticano como parte del llamado “tercer secreto” revelado por la Virgen a los pastorcitos portugueses.
En el año 2000, el entonces cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente Benedicto XVI) presentó una interpretación oficial, señalando que el mensaje aludía proféticamente al sufrimiento de la Iglesia en el siglo XX, incluida la figura del “obispo vestido de blanco”, una posible referencia al atentado contra Juan Pablo II.
Otro gesto recordado con fuerza es el perdón ofrecido por el Papa a su agresor. En 1983, Juan Pablo II visitó en prisión a Mehmet Ali Ağca y conversó con él durante 21 minutos. Años más tarde, el propio atacante diría que había sido testigo del “milagro” de Fátima al ver sobrevivir al pontífice.