Chicago celebra la «fiesta del siglo» por los Cachorros

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David Ross se tomó un selfie frente a una multitud de miles de eufóricos fanáticos. Anthony Rizzo se conmovió casi hasta las lágrimas. Joe Maddon celebró como si estuviese en un concierto de rock.

La fiesta que demoró más de un siglo en cuajarse se desató por todo lo alto el viernes en Chicago.

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Los Cachorros y unos cinco millones de fanáticos, según cálculos oficiales, festejaron con un desfile desde Wrigley Field y una concentración multitudinaria en el parque Grant, frente al lago Michigan, el primer título de Serie Mundial del equipo en 108 años.

El cátcher Ross y otros jugadores entonaron la canción «Go Cubs Go» en la tarima para el deleite del público. «¡Se nos dio! ¡Se nos dio!», exclamó el primera base Rizzo.

El manager Maddon —quien usaba un gorro tejido, lentes oscuros y una camiseta con la frase «We didn’t suck» (No la embarramos)— se deleitó con la escena del mar de azul.

«¡Bienvenidos a Cubstock 2016!», proclamó Maddon. «Este es un momento increíble para nosotros. Jamás experimenté algo como Wrigley Field noche tras noche… también quiero felicitar a los fanáticos. Gracias por ser tan pacientes».

Este tipo de festejo no tiene precedentes para los fanáticos de los Cachorros, que no habían ganado un título de la Serie Mundial en 108 años hasta que conquistaron la corona el miércoles por la noche con un triunfo en el séptimo partido ante los Indios de Cleveland. La última vez que los Cachorros habían disputado el Clásico de Otoño fue en 1945.

Miriam Santiago dijo que durante los playoffs cargaba con agua bendita, su rosario y una pelota verde para la suerte. El viernes, trajo una máscara de una cabra con dinamita en la boca, mientras otros fanáticos posaban para las fotos afuera de Wrigley Field.

La mujer de 51 años estaba segura de que sus amuletos de la buena suerte ayudaron a revertir la Maldición de la Cabra. Hizo así referencia a la historia del dueño de una taberna de Chicago que supuestamente maldijo a los Cachorros después que el equipo le prohibió entrar al estadio con su mascota —una cabra— durante la Serie Mundial de 1945.

Antes de llegar al parque Grant, muchedumbres de fanáticos de todas las edades, la mayoría vestidos con los colores azul y blanco del equipo, aclamaron al equipo en una caravana que llevó a los jugadores por Lake Shore Drive. El ambiente era festivo, ayudado por un clima cálido y soleado.

Los vendedores ofrecían banderines y camisetas, mientras numerosos adolescentes se tomaban selfies.

Jarvis Moffert, un retirado de 50 años, llegó al parque a orillas del lago temprano por la mañana para deleitarse con el ambiente.

«Soy un fanático de los Cachorros de toda la vida», dijo, mientras apuntaba al cielo y al público. «Uno vive para esto. No hay nada mejor».

No sólo la vieja guardia de los fanáticos de Chicago asistió al festejo. Ahí estaba también una nueva generación de seguidores, en carriolas o en los hombros de sus padres. Unos y otros tienen ahora el primer recuerdo feliz de un equipo que llegó a ser conocido como los «adorables perdedores».

Los padres de familia se maravillaban. A diferencia de ellos, sus hijos relacionarán el equipo con una historia de triunfo.

«Hay un nuevo mundo para los Cachorros», dijo Dean Anderson, de 51 años y residente en Chicago, quien acudió al desfile con su hijo Chase, de 10.

Steve Angelo cargaba sobre los hombros a su hijo Nicholas, de cuatro años. Ambos usaban camisetas idénticas de Rizzo.

«Mientras más ganen, siendo tan jóvenes, más emoción generarán», dijo.

A bordo de los autobuses de dos pisos, algunos jugadores posaban para los fotógrafos, mientras otros levantaban a sus hijos y disfrutaban con sus familias. El jardinero central Dexter Fowler tenía un habano mientras llegaba a la concentración, que algunos fanáticos catalogaron como «la fiesta del siglo».

Arropados con banderas con la letra «W» (por «Win» o Triunfo), los fanáticos abarrotaron los trenes desde las 7 a.m. (1200 GMT) y provocaron retrasos en el servicio a pesar de que se aumentó su frecuencia y capacidad.

Laurie Winter se despertó a las 4 a.m. para acudir con su hijo Cooper, de dos años, al festejo en Wrigley.

«Creo que todos estamos emocionados por el futuro del equipo», dijo Winter. «Estoy ansiosa por verlos salir y volverme loca».

La ciudad también tiñó de azul brillante el río de Chicago para homenajear al equipo, como hace todos los años al pintarlo de verde para el Día de San Patricio.

El viernes era feriado en las escuelas públicas de Chicago, por lo que los 390.000 estudiantes de la ciudad pudieron acudir a las festividades.

El gobernador de Illinois, Bruce Rauner, decretó el viernes como el «Día de los Campeones Mundiales Cachorros de Chicago» en todo el estado.

Y en vez de soportar sobre los hombros el peso de más de un siglo de fracasos, estos Cachorros tienen la mirada puesta en el futuro.

El jardinero Kyle Schwarber, de 23 años, tomó el micrófono y dijo a los innumerables espectadores «los amo, chicos. Somos campeones del mundo. Hay que lograrlo el año próximo».

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