Lectura -Desencadenante

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Vemos las ondas sobre el agua, pero no parece inquietarnos la pregunta: ¿Por qué se forman? Todos conocemos que cuando cae o se arroja un objeto a la superficie del agua, de inmediato, desde el punto del impacto se forman ondas concéntricas sucesivas que van creciendo a medida que se desplazan hacia afuera hasta que terminan extinguiéndose. Su duración suele ser de muy poco tiempo. Pero la mente, para nosotros, no se muestra interrogativa. La finalidad de la crónica es explicar dicho fenómeno y satisfacer para todos, entonces, los porqué.

Hemos dicho en repetidas crónicas difundidas por este medio, que la materia es una combinación de masa y energía; es decir, partículas reales, la masa; y, partículas virtuales, la energía sin masa. En la columna anterior que precedió a ésta, calificamos a la energía eléctrica como interviniente en la masa del filamento del bobillo para que este se ilumine. La energía eléctrica es una partícula virtual, que interviene la partícula con masa de la materia del filamento para que se produzca la iluminación. En este proceso hay un elemento interviniente: la energía eléctrica.

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En el proceso de la activación de la energía del líquido para que se produzcan las ondas, no hay elemento interviniente.
La activación de la energía contenida en las partículas con masa de la materia líquida del agua, hay un elemento “desencadenante”. Ese elemento es el objeto que arrojado impacta sobre la superficie líquida. De manera que el elemento desencadenante no interviene, desencadena la acción al provocar la activación de la energía. Se aprecia, por lo que se dijo el martes pasado, que se tienen dos elementos: uno interviniente: la energía eléctrica o la energía solar. Y, el otro que comenta esta crónica: desencadenante, que activa la energía contenida en las partículas de masa del agua.

En síntesis: las ondas son el efecto de la propia energía del agua activada por ese elemento que, de manera general, denominamos desencadenante.
De modo parecido, el sonido también se propaga mediante la activación. Pero el sonido: sea ruido, sonidos desagradables; sean sonidos propiamente, agradables, se propagaran si se cuenta con un medio. Ese medios es, por lo regular, la capa gaseosa exterior de los cuerpos ponderables: la atmósfera. Podemos asegurar sin incurrir en falsedades, que sin atmósfera la audición ni la difusión del sonido sería posible. La velocidad del sonido es lenta comparada con la velocidad de la energía atribuida erróneamente a la luz. Pero con la incorporación tecnológica de la energía en su difusión por los medios, en la modernidad, el sonido se desplaza a la velocidad de la energía. (Original, inédito. CM)

Carlos Mujica
[email protected]
@carlosmujica928

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