#OPINIÓN Fiestas de navidad y año nuevo en El Manteco #24Dic

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Las festividades navideñas y año nuevo son una manifestación de la religión y cultura judeo cristianas. Las mismas han tenido amplia cabida en los medievales espacios del antiguo sector de El Manteco desde sus albores como núcleo urbano en Barquisimeto.

En el comercial sector estas fiestas se han caracterizado por ciertos rasgos específicos que hacen la diferencia. Se trata de un lugar donde se registraba una intensa actividad de intercambio económico de diferentes rubros, principalmente el agrícola. Ello más el componente estrictamente sociocultural dominado por el hombre de origen campesino de costumbres tradicionales y cerradas que conforman su forma de ser y vivir.

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Sin diferencias mayores respecto al resto de la sociedad larense y venezolana, la gente de El Manteco siempre destacó por su manera peculiar de celebrar la navidad y año nuevo. Lo hacían con la preeminencia de lo tradicional con su carga de lo específico. Hechos que se registran desde 1876 cuando emerge esa comunidad urbana en la periferia de Barquisimeto, más allá de la calle 30 y la carrera 22 en lo que era monte y culebra.

Así en sus 35 manzanas se registraban los momentos para el esparcimiento por estos tiempos que la cultura cristiana dedica al nacimiento del niño Jesús y el recibimiento del año nuevo. Ocurría en sus 35 manzanas desde la calle 30 a la calle 37 entre las carreras 21 y 26 en un espacio compartido por lo habitacional y comercial. Los llamados mantequeros celebraban a su manera estas fiestas. Es lo que definimos como Sociocultura del Manteco.

Así pues, el arribo del Ferrocarril Bolívar el 18 de enero de 1991 incidirá en la forma de ser y vivir de sus habitantes que incluye estas festividades. Por ese medio de transporte por ejemplo llegan del exterior diversos productos, entre estos artefactos eléctricos como el pickup, radio, al igual que bebidas como la cerveza. Los mismos son vendidos y consumidos en el lugar que condicionara la cultura de sus moradores, entre estos sus patrones de consumo y entretenimiento.

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El epicentro de estas festividades siempre ha sido la iglesia El Cristo elevada a Basílica Menor por el Vaticano en 1992. Antes de 1959 estuvo provisionalmente en la esquina de la calle 30 con carrera 23. Es el sitio de las tradicionales misas de aguinaldo que celebraban a las 5 de la mañana. Mientras que las misas del 24 y 31 se realizaban a las 10 de la noche sin el temor a la inseguridad. La congregación de los Padres Pasionistas ha regido la vida espiritual y religiosa de sus moradores desde 1935. En las festividades estos los acompañan. En la nave derecha del templo de arquitectura Gótica, todos los años es levantado el tradicional pesebre al cual rinden pleitesia los mantequeros.

El Manteco fue asiento de una emisora de radio. En la década de 1950, cuando en la calle 34 entre 23 y 24 funcionó la Radio Cronos, la gente se daba cita en sus estudios para disfrutar de su programación musical que incluía talento en vivo. En esos tiempos del último mes del año era lugar de encuentro de sus vecinos en su sede y su dial de los 840 khz con su programación propia de la época navideña.

Tras el derrocamiento de la dictadura perezjimenista, el 23 de enero de 1958, la avenida Venezuela se convierte en pista de patinaje por la madrugada de diciembre. Era la oportunidad para lucirse quienes poseían aquellos aparatos de hierro enganchados a los pies. En esas madrugadas se practicaba el juego del ratón, consistente en una bola de trapo cubierta con alambre impregnada con kerosene que la convertía en un objeto de fuego rodante. Las arepas con mortadela, tomate y lechuga de los italianos más las empanadas criollas hacían el menú gastronómico.

Las rockolas proliferaron en los botiquines de El Manteco con su música grabada en discos de 45 revoluciones por minuto. Así pues, en los primeros días de diciembre recordamos que se producía una especie de anuncio de la fecha con la rockola a todo volumen en aquel hibrido de burdel y botiquín de Vitalia Mogollón. En la ocasión sonaba persistentemente el tema “Navidad” en la voz de Julio Jaramillo.

Otro de esos botiquines era el de Pedro Castillo, “El sueño del 3 de enero de 1927”, ubicado en la esquina de la calle 32 con carrera 25. Era tal vez el más emblemático por los artistas que allí se daban cita para ofrecer su arte musical. Por el mismo pasaban en navidad Rodrigo Riera, Amado López y Tino Carrasco.

El establecimiento también era frecuentado por un personaje popular conocido como “Canelito”, un vendedor de ese derivado del pan dedicado a la interpretación de la guitarra y el canto. Canelito admiraba al bolerista Panchito Riset a quien imitaba. Ello suscitaba rosas entre los presentes lo cual le molestaba por considerarlo un irrespeto para interrumpir su presentación. A Canelito se lo disputaban para disfrutar de su música. Cuando venía a la distancia, bamboleándose como una jirafa por lo alto, los muchachos exclamaban: ¡Allá viene canelito! Sus ojos de gato, elevada estatura y vestimenta de liqui liqui lo hacían muy llamativo.

A estos se agregaban otros artistas populares que ofrecían su arte por unas cuantas monedas en los parajes del mercado. El conjunto de los hermanos Chávez venidos de Barrio Unión es uno de éstos.

Por la noche de esos días las familias mantequeras se reunían en la sala de la casa en torno al receptor de radio para disfrutar de la música con la cual bailaban. También lo hacía la escucha del pickup o toca disco hasta bien entrada la madrugada. En esas fiestas la música dominante era la de la orquesta Billos Caracas Boys. El sonido del toca disco y la radio se alternaban para pasar mejor aquellos momentos. El peso de dos formas de comunicar en aquel agitado territorio de un mercado.

Lugar preferencial ocupaba en las casas el pesebre navideño en cuya elaboración se esmeraban los miembros de la familia, principalmente las mujeres. Nunca faltaba los ingredientes de la variada cultura gastronómica de esos tiempos de adviento y año nuevo, a saber: hayacas, bollos, chicha, hervido, pan de jamón, dulces y bebidas como la cerveza, ron, leche burra, vino y hasta whisky. El estrato de los caleteros brinda con el cocuy que se vendía a bajos precios. La confirmación de que El Manteco era un territorio de oro en aquella prospera Venezuela.

Momentos antes del fin del año había una señal visual y olfativa que así lo anunciaba: era la quema de incienso en los hogares en una especie de rito ancestral a manera de bienvenida al nuevo año. Una limpieza para cargarse de buenas energías. También el discurso sentimental de Amílcar Segura por la Radio Barquisimeto que a más de uno hacia llorar. El momento del caluroso abrazo que algunas veces reconciliaba a los enemigos.

A partir de octubre de 1983 ese panorama cambia radicalmente. El mercado es mudado a MERCABAR generando otra realidad, como la presencia numerosa de comerciantes asiáticos. En diciembre de ese año hubo como una cierta soledad y silencio por la ausencia del bullicioso mercado. Los trovadores ya no estaban, entre estos Canelito que se había marchado al Terminal de Pasajeros.

Freddy Torrealba Z.

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