No es la soledad que me aterra; es la ingratitud del mundo de aquellos seres que quiero y me empujan a lo profundo, al abismo del olvido, en que el llanto y el dolor, la tristeza y el recuerdo, impiden que yo regrese a un mundo, que no es mi mundo, ya que yo quiero escapar, aunque no pueda hacerlo, de la risa y el abrazo de todo lo irreal: y así transcurre la vida, en busca de felicidad, la cual no sé si es que existe, ya que no la puedo encontrar. La he buscado en mis noches tristes, la he buscado en mañanas igual y solo regresa a mí, el eterno abrazo, de mi amiga soledad.
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