Creer o no creer, he ahí el dilema

Obviamente, la salud del Presidente, de cualquier país que sea, interesa sobremanera a los ciudadanos, y muchos de ellos flotarán inexorablemente en la duda de tomar una u otra iniciativa, o bien, asumir tal o cual posición, o hacer esto o aquello, a la espera de ese algo por venir, que es precisamente la curación del enfermo -si fuere el caso- o su agravamiento.
Aún cuándo parezca inverosímil, he notado que esta incertidumbre tiende a reflejarse  en el diario acontecer. La conjunción disyuntiva «o», rueda en cada conversación y en cada pensamiento cotidiano. Y así surgen para muchos, variadas alternativas, tales como: irse o quedarse, compro o no compro, vendo o no vendo y la más grave y preocupante: el dilema de Shakespeare, pronunciado o no como en la cuña televisiva del Washington to: «To be or not to be».
Pero se preguntará usted estimado lector, qué tiene que ver el citado dramaturgo inglés con esto, pues sencilla y llanamente, que por causa de la manifiesta ineficiencia  de los distintos planes supuestamente instrumentados por el gobierno para al menos paliar los altos índices de inseguridad, cualquier hijo de vecina puede dejar de ser o estar en esta bella tierra,  antes de gracia -Colón decía- ahora en desgracia. Y ese ser o no ser que en el presente caso se traduce en sobrevivir o no sobrevivir, dependerá principalmente de que continúe o no el actual estado de cosas por permanencia o no del actual gobierno, es decir, que nuestras posibilidades de sobrevivir a esta avalancha de sangre que tiñe a diario cada rincón del país, depende, pende o se sustenta en la incierta y relativa posibilidad de que el mandamás sea o no posible candidato. A todo evento, es mi opinión, sólo hay una factible solución: el triunfo de la esperanza de paz, unión y seguridad que augura el candidato de la unidad.