La empatía

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Se me ocurre que nos detengamos, cambiemos de rumbo por un instante y nos recreemos en situaciones ejemplarizantes.
Una de las más recientes tragedias que ha enlutado al mundo fue el descarrilamiento del tren de alta velocidad en Galicia que ocasionó decenas de muertos y heridos, justo en el día del Apóstol Santiago.
La conducta de los vecinos fue realmente ejemplar. El comportamiento de quienes ni siquiera conocían a las víctimas y abandonaron inmediatamente sus hogares y sitios de trabajo para involucrarse en una inquietante pesadilla y a la vez, movimiento solidario de rescate, no puede jamás dejarse a un lado.
Ese sentimiento de fraternidad que traspasó los umbrales de la intimidad y se abrió al cobijo de acogimiento de desconocidos para brindarle seguridad, paz, tranquilidad, ayuda, debe ser celebrado y copiado por todos.
Más allá de la crisis en la que un gran número de españoles están viviendo, más allá de las críticas a las políticas económicas y sociales que han movilizado millares de españoles para protestar y reclamar sus justos derechos y una mejor calidad de vida, ese día todo quedó a un lado para lanzarse a las entrañas de una catástrofe de tal magnitud y ofrecer lo único que tenían a la mano, cariño, solidaridad y amor. Abrazaron a quienes podían, los cubrieron con lo que tenían a mano, abrigos, cobijas y les ofrecieron agua entre otras tantas cosas. Sin más herramientas que sus propias manos y una gran creatividad e inspiración, se movieron entre los escombros y se arriesgaron rompiendo inclusive los vidrios de ventanas para rescatar a esos desconocidos.
El altruismo mostrado por estos españoles debe servir de ejemplo ante quienes también vivimos desbordados por problemas económicos, sociales y políticos que van alterando la estructura personal y familiar, pero que presentan si auscultamos con paciencia y buen oído para encontrar sus razones, buenas probabilidades de mejorar a pesar de encontrarse profundamente inmersas en el germen político.
Juan Carlos Melero destaca en su artículo Educar la empatía para construir una humanidad solidaria con gran facilidad que la empatía es una competencia socioemocional educable, que portamos “neuronas espejo” que nos muestran la situación del “otro” bajo el ánimo de comprensión e identificación de su situación como propia. Y que por ello, la empatía se instaura, se enseña y se aprende. La referencia más importante y sencilla, a la vez, sobre la empatía es su cita a Rofkin (2010) quien la define como un valor universal, global, que lleva a sentir un vínculo solidario con el resto de la humanidad.
Ante la aleccionadora actitud de los vecinos de Angrois y también de los propios heridos en el tren cuyas pequeñas lesiones les permitieron ayudar al resto de los pasajeros, recuerdo a Goleman quien su libro Inteligencia Emocional explica: “Estos dilemas éticos han sido planteados por Martin Hoffman, un investigador de la empatía que sostiene que en ella se asientan las raíces de la moral. En opinión de Hoffman, «es la empatía hacia las posibles víctimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía —la capacidad de ponernos en el lugar del otro— es, en última instancia, el fundamento de la comunicación”.

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