Alegre, honesta y muy venezolana. Así fue la música que se dejó escuchar la mañana de ayer en la Sala Alternativa de la Fundación Juan Carmona del diario EL IMPULSO. Escenario que inició su programación de 2014 con el bautizo de la segunda producción del joven mandolinista William Hernández.
Alma sin calma fue el nombre que recibió esta placa discográfica, descrita por el mismo ejecutante y compositor, como una producción más pensada.
Entre merengues, danzas, valses, gaitas de tambora y otros géneros los presentes disfrutaron esta mañana de una presentación tan fresca como criolla, en la cual la mandolina no sólo se vio acompañada de cuatros, tamboras, guitarra, bajo, flauta y otros instrumentos, sino también de la amistad, puesto que junto a Hernández estuvieron en escena grandes amigos musicales, “hermanos” como decidió llamarlos el mandolinista.
La propuesta discográfica comprende ocho temas de la autoría de Hernández, junto a par de piezas de Don Pío Alvarado y el oriental Remigio Fuentes, “El Morocho”.
Un repertorio de su alma
Para William Hernández la mandolina es una extensión de su alma, por tanto que los concurrentes se mostraran complacidos de escuchar un repertorio que muestra esa Alma sin calma del artista.
La prometedora presentación inició con la pieza, autoría de Hernández, Pica ‘e culebra, un merengue en el cual el artista se vio acompañado del maraquero Nelson Omaña, el cuatrista Narciso Díaz y el bajista y guitarrista Tito Pineda, también coproductor de la placa discográfica.
Danza musiú fue el segundo tema en presentar de Hernández, quien no paraba de sonreír.
Luego de esta danza, subió a escena el percusionista Oswaldo Álvarez, quien lo acompañó con el toque de su tinaja para la canción de cuna Ce de Antonieta, tema que confesó había escrito para su hija cuando esta aún estaba en la barriga de su madre.
El cálido tema fue seguido por la pieza que dio nombre al disco, Alma sin calma, acompañado por el segundo percusionista Jesús Campos.
Entre los agradecimientos a Dios, la Divina Pastora, familiares y amigos, el músico presentó la gaita de tambora Al pelo dedicada a sus amigos de la barbería Pepe, quienes también se encontraban presentes.
Acto seguido el cuatro se hizo aún más recio para recibir al flautista del Ensamble Armonía, Manuel Quero, quien acompañaría al músico en el tema Desvariada.
A lo adjunta, merengue dedicado al espíritu amoroso y trabajador de su padre, cuyo segundo apellido es Adjunta; y la onda nueva Epa epa, fueron luego interpretadas junto al también cuatrista David Jiménez y el flautista.
Velada en tu mirada fue la balada que representó el momento romántico de la presentación, para seguir con El cumanés junto a Oswaldo Álvarez. Esta última de Remigio Fuentes “El Morocho”.
Al conjunto de músicos se sumó la joven cantante María Pastora Colmenárez, quien interpretó junto a los músicos el golpe curarigüeño del maestro Don Pío Alvarado, El gavilán trabalengua. En este clásico criollo también se unió el cuatrista Antony Terán.
El repertorio se acercaba su final, por lo cual William Hernández llamó al escenario al también músico Juan Carlos Salamanca, que sería el padrino de su disco. Entre amigos y con pétalos de flores el mandolinista bautizó su segunda producción; un trabajo de madurez musical tras la experiencia vivida con Ni solo ni mal acompañado, su primer trabajo discográfico, el cual no contaba con trabajo de percusión, a diferencia de Alma sin calma.
Esta mañana el mandolinista presentó un repertorio de mucha fuerza y brillo, una hermosa mañana musical que concluyó con los nueve músicos en escena interpretando el tambor de Patanemo Vaya pue.
Una producción de sentimiento larense y brillo venezolano donde el artista luce con orgullo esos instrumentos y tonadas criollas que hacen vibrar el corazón.
