La comunidad científica internacional ha sido testigo de un fenómeno que redefine los límites del conocimiento astronómico: la explosión cósmica más energética detectada desde el Big Bang, captada por el telescopio espacial James Webb, en conjunto con una serie de satélites operados por la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA). El hallazgo, anunciado el pasado 4 de junio, representa una nueva frontera en la observación del universo profundo.
Monstruosos agujeros negros en acción
El evento fue provocado por tres agujeros negros supermasivos, localizados en el núcleo de una galaxia distante, que fueron captados en el momento en que devoraban estrellas gigantes, con masas estimadas entre tres y diez veces mayores que la del Sol. A pesar de su naturaleza invisible, los agujeros negros se revelan cuando interactúan con materia, generando señales luminosas de gran intensidad.
En este caso, la absorción de las estrellas liberó una energía superior a la de 100 supernovas, según el comunicado oficial de la NASA. Esta liberación energética colosal convierte el fenómeno en el estallido más potente registrado por la humanidad desde el origen del universo.
Un nuevo tipo de fenómeno cósmico
Los científicos han clasificado estos eventos dentro de una nueva categoría denominada “transitorios nucleares extremos”, que se caracterizan por emitir la mayor parte de su luz en el espectro ultravioleta. Dado que el universo está en constante expansión, esta luz se desplaza hacia el infrarrojo, lo que permite que pueda ser captada por telescopios como el James Webb, altamente especializado en este rango de observación.
Este tipo de detección es posible gracias a la metodología que analiza cómo la intensidad de las emisiones de rayos X, ultravioleta y luz óptica varía en el tiempo, un patrón que los científicos han bautizado como la “huella dactilar” de un agujero negro.
Impulso a nuevas investigaciones en el universo profundo
Anna Payne, investigadora del Instituto Científico del Telescopio Espacial y coautora del estudio, subrayó la magnitud del hallazgo: “Lo que me parece tan emocionante de este trabajo es que estamos superando los límites de lo que consideramos los entornos más energéticos del universo”. La declaración refleja el entusiasmo compartido por la comunidad científica, que ahora cuenta con un referente clave para futuras investigaciones.
Además de su valor teórico, este descubrimiento refuerza la capacidad de los instrumentos actuales para observar eventos cósmicos extremos en tiempo real, lo cual abre una nueva etapa en la comprensión de la dinámica de los agujeros negros y la evolución de las galaxias.
Una mirada al universo primitivo
Este tipo de explosiones cósmicas, si bien son breves en escala temporal, ofrecen una valiosa ventana hacia las condiciones del universo primitivo, apenas unos cientos de millones de años después del Big Bang. El hecho de que estas señales puedan ser detectadas hoy, a través de tecnología de punta, confirma el avance exponencial de la astrofísica observacional y fortalece el papel del telescopio James Webb como instrumento clave en la exploración cósmica.
Con este hallazgo, la NASA y la ESA consolidan su liderazgo en la búsqueda de respuestas sobre los orígenes y la naturaleza del universo, y dan un paso crucial hacia la comprensión de las fuerzas más violentas y enigmáticas del cosmos.