Comercio de Quíbor sobrevive en medio de múltiples dificultades

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En Quíbor son más los comerciantes informales que venden maíz, tomate, cebolla, granos y cambur, que los establecimientos formalmente abiertos.

En un recorrido por el casco central del poblado, se aprecia la depresión de esta economía.

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Anaqueles o vidrieras vacías, son sólo una pequeña muestra de la angustia de los comerciantes que cada día ven aún más menguada sus posibilidades de recuperación.

No importa el rubro al cual se dediquen, todos los sectores se muestran deprimidos.

Así lo comentó Diaa Chaer, de descendencia árabe, quien dijo haber dedicado toda su vida a comercio de línea blanca y marrón. Su historia es ejemplo de cómo la actividad ha perdido fuerza.

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Anteriormente circulaba por los poblados con una camioneta cargada de mercancía, la cual ofrecía directamente en los hogares. Quienes le compraban, debían pagarle semanalmente. Él se encargaba de visitarlos.

Producto de inflación el crédito se convirtió en pérdidas para el vendedor, ya que al terminar de cobrar el monto ni siquiera la ganancia era suficiente para reponer la mercancía. A esto debía sumar los gastos del vehículo: cauchos, batería, lubricantes y otros.

Desde hace tres años comercia desde un establecimiento ubicado en el centro de Quíbor, donde aseveró no vende un colchón desde hace un mes. El lugar muestra poca mercancía, ya que con el pasar de los días los vendedores también se descapitalizan.

Chaer explica que las venta se han reducido considerablemente y esto no es porque falte la intención de compra, sino porque las personas no cuentan con los recursos suficientes para adquirir productos de la línea blanca o marrón.

Un colchón económico, se vende en Quíbor en Bs. 120.000, pero esto representa una cuantiosa inversión para muchas familias del municipio.

“Esto está fuerte. Uno está aquí aguantando y esperando, no sé qué”, comentó Chaer, quien aseveró que el comercio se ha vuelto una labor compleja.

Al consultarle si ha meditado cambiar de rubro, a fin de mantenerse activo, indicó que no se trata de vender camas, comida o ropa, sino de la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos.

Trabajan las familias

Luncherías y panaderías del centro de Quíbor, también muestran vitrinas vacías, puesto que no sólo no venden, sino que no hallan mercancía suficiente para mantener o variar la oferta.
Así lo comentó Rafael Pestana, quien indicó que en su establecimiento han habido meses en los que ni siquiera pueden pagar las facturas. “No tenemos personal. Trabaja la misma familia porque a veces no alcanza ni siquiera para pagar un salario”.

En el lugar, también venden electrodomésticos usados, como una alternativa de negocio.

Quienes comercian verduras en plena vía, también registran caídas en sus ventas o tienen problemas para comprar la mercancía que luego venderán. Es el caso de Jean Carlos Rodríguez, quien este día vendía cebolla, tomate y quinchoncho, porque esto fue lo que pudo hallar.

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