#OPINIÓN La violencia no callará a un país que clama cambio #19Ago

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Nos enfrentamos a una perturbadora realidad en Venezuela, una que nos insta a reflexionar sobre el camino que como sociedad hemos transitado y nos lleva a cuestionar la dirección que deseamos trazar. Lamentablemente, la violencia ha oscurecido a nuestra sociedad en las últimas dos décadas, dejando profundos estragos en el tejido social y en cada individuo. Así, inmersos en el complejo escenario político que caracteriza al país, los aspirantes a la Primaria se hallan inmersos en una preocupante realidad: amenazas y ataques que ponen en peligro su integridad física y su derecho a expresarse con libertad.

La violencia, desafortunadamente, ha caracterizado nuestra historia reciente. Sin embargo, es imprescindible reconocer que el camino marcado por la violencia solo ha cosechado frutos amargos y desoladores. Ha sido el motor impulsor de la polarización y el radicalismo, generando divisiones incluso dentro de familias y llevando al país a una crisis humanitaria compleja de proporciones devastadoras. También ha sembrado un campo de resentimiento y desconfianza en el que el diálogo se ha vuelto una tarea titánica y la búsqueda de soluciones conjuntas parece un objetivo imposible de lograr.

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La reconstrucción de nuestra nación no puede edificarse sobre cimientos de violencia y odio, al contrario, debemos tomar conciencia de que los valores democráticos y cívicos auténticos deben servir como brújula que nos guíe en esta travesía desafiante. La coexistencia pacífica y el respeto mutuo son los fundamentos sobre los cuales debemos erigir una sociedad más justa y próspera. En este proceso, la tolerancia se convierte en una moneda invaluable. Anhelamos una sociedad donde el intercambio de ideas y la diversidad de opiniones sean celebrados, donde las diferencias no sean motivo de hostilidad, sino una oportunidad para enriquecer el debate y enfrentar con las mejores soluciones, los retos que demanda nuestra nación.

Solo en un ambiente de entendimiento podremos impulsar cambios verdaderos y sostenibles. El camino hacia la paz se perfila como la única ruta viable hacia la Venezuela de progreso que soñamos. Esto implica un rechazo tajante a cualquier forma de radicalismo que solo agudice las divisiones y perpetúe el ciclo destructivo. Debemos comprometernos a repudiar las voces que incitan a la violencia y optar por el camino de la construcción, la colaboración y el respeto mutuo.

Enfrentamos la responsabilidad de no permitir que el miedo y la violencia erosionen nuestra esperanza de tener un futuro mejor. La unidad en medio de la diversidad, la búsqueda incansable de consensos y la promoción incansable de valores democráticos deben ser siempre los componentes esenciales para construir una Venezuela en la que todos podamos convivir en paz y armonía.

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