Giro económico

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De acuerdo con el Banco Central de Venezuela el monto de divisas anuales disponible es de 47 millardos de dólares anuales. Con ellos se paga parte de la deuda y se importan bienes y servicios. A simple vista pudiera estimarse que es una cantidad que alcanza para cubrir las necesidades del país. Pero en realidad no es así, por diferentes motivos. Uno de ellos es que hay una porción de esos 47 millardos que se va a la ganancia empresarial. Son los dividendos que generan los capitales invertidos, en particular el capital importador y el financiero que, de entrada, se fugan fuera del país. Adicionalmente, tanto las ganancias del capital productivo de las transnacionales como el invertido por el empresariado nacional toman el camino de convertir sus dividendos en divisas. Las empresas extranjeras, por acuerdos con la Superintendencia de Inversiones, tienen derecho a repatriar sus ganancias a dólar oficial, y las empresas venezolanas lo hacen a través del mercado paralelo o utilizando organismos como el Sitme.
¿Cuál es la cifra total que corresponde a esas ganancias que se depositan en dólares? ¿20%, 30%? Haga el lector su propia estimación y verá cuánto da y cuánto queda. En todo caso, esas ganancias se atesoran en bancos en el exterior, y son tomadas de esos 47 millardos, por vías legales o ilegales, pero no caen del cielo. Sólo en el caso de las transnacionales, en la actualidad, se estima que esperan expatriar 12.000 millones de dólares.
Después de esas expatriaciones, lo que resta de los 47 millardos de dólares del petróleo no es suficiente para cubrir con bienes y servicios tangibles los requerimientos nacionales. Mucho menos si deducimos lo que se va en comisiones, tanto en importaciones del sector privado como del público. Y, obviamente, cuando la cobija no alcanza no queda otro camino que ponerse a producir para generar nuevos ingresos, distribuir racionalmente lo que se tiene en la mano y moderar los porcentajes de ganancias. Todo esto sin disminuir el nivel de consumo de la población. Las políticas macroeconómicas, y en particular la cambiaria, tendrían que estar subordinada a estos objetivos.
Al inicio, el control de cambios permitió frenar la fuga de capitales, la inflación y la especulación, pero ya no cumple esta función, porque el sistema genera mecanismos y circuitos que lo anulan.  Por eso siempre se le concibe como algo temporal y no como un principio inalterable de una economía mixta o socialista. En consecuencia, es prudente la adopción de un nuevo programa macroeconómico que incluya la flexibilización de la venta de divisas, para detener el aumento del dólar paralelo y de todos los precios.
La realidad económica pudiera desbordar al Gobierno y producir un colapso, el cual, a su vez, está siendo estimulado por razones políticas, como sucedió en el Chile de Allende. Este es un problema real, pero no es el único. También la inflación y la escasez son generadas por las políticas macroeconómicas. Por eso no basta con la mano dura contra especuladores o contra quienes apuestan a un sabotaje económico. Los dos problemas existen de modo simultáneo. Y así como se creó un órgano para vigilar saboteos, debe actuarse con firmeza para darle un giro a la economía. Dos frentes, dos órganos, para hacerle frente al colapso.

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