No juzguemos equivocadamente

Un famoso explorador inglés fue invitado para hablar de sus aventuras en la selva africana. «¿Pueden imaginar», dijo él, «personas muy primitivas que aman comer el embrión de ciertos pájaros, y lonjas de la barriga de ciertos animales?
¿Personas que muelen todo aquello formando una pasta, pasan todo en el fuego, y, entonces, juntan todo aquel desorden emplastada y cebosa a un fluido mamario extraído de ciertos otros animales?» Cuando los alumnos se mostraron sorprendidos con tanta barbarie, el explorador añadió suavemente: «Lo que yo acabé de describir a ustedes, por supuesto, es un desayuno compuesto de tocino, huevos revueltos y tostada mantecada».
Muchas son las veces que tambièn nosotros juzgamos, con cierto desdén, a las personas que parecen tener costumbres diferentes de las nuestras. Ni percibimos que lo que hallamos extraño en ellas es lo que más hacemos constantemente.
No nos aproximamos y ni nos interesamos por aquellos que, por ejemplo, tienen una religión diferente de la nuestra. Hallamos su culto impropio, su manera de actuar inconveniente, su indiferencia absurda. «No son como nosotros», juzgamos.
Pero, ¿no es posible que nosotros, haciendo todo cuanto está descrito arriba, seamos igualmente indiferentes a la voluntad de los otros? ¿No somos, quizás, más hipócritas qué ellos?
Y en elcaso de nuestros amigos, aquellos que juzgamos no valer a pena invertir. ¿No serán, por ventura, los ejecutores de grandes obras? ¿No sería importante continuar invertiendo en ellos? ¿No toca a nosotros ayudarlos, y ayudarnos, en ese encuentro?