Capitalismo lunar – Clima preelectoral

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A partir de mañana, faltarán 30 días para la realización de las elecciones parlamentarias. Elecciones que se realizarán en medio una de la crisis económicas más profundas que haya vivido la República, y en el contexto de un cuadro en el que se mezclan también sentimientos de angustia, desesperación, cansancio, abusos, amenazas, expectativa y una prudente esperanza.

El país ha visto empeorar su economía como nunca estos últimos años, bajo el suicida silencio y resistencia del gobierno por reconocer que su “modelo” económico, de controles, regulaciones, persecución y represión de la actividad empresarial y particular privada, y el saqueo cambiario auspiciado por mafias variopintas e impunes a los ojos oficiales, son los causantes en buena medida de un cuadro de devastación moral y social, de colas y masas que pelean por comprar alimentos, medicinas, baterías, repuestos, cauchos o cualquier cosa necesaria para vivir, porque realmente, es ya poco o nada lo que puede hoy en día comprarse. Escasez, inflación e inseguridad, conforman una triada de problemas cuya gravedad tiene al país en el foso de una crisis que pretende ocultarse por quienes han sido sus causantes. La respuesta a esta pregunta, define sin duda la intención o tendencia al voto que se manifestarán el próximo 6-D.

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A tono con la política de opacidad, misterio y poca transparencia informativa y rendición de cuentas que enarbola como bandera orgulloso el gobierno de Nicolás Maduro, el CNE ha dejado claro que no habrá observación internacional sino “acompañamiento” electoral, en los limitados términos y restringidas condiciones que el máximo ente comicial ha establecido para dicho proceso.

Más allá de los resultados que ese día todos esperamos, sean expresión de la voluntad popular, las elecciones parlamentarias generarán no sólo una nueva correlación de fuerzas políticas, que tiene la urgente tarea de rescatar el papel contralor y legislativo de la Asamblea Nacional, sino también el ocaso de algunos liderazgos y actores políticos, la emergencia de otros, y la necesidad, impuesta por el poder del soberano, de un diálogo y reconocimiento de quienes pasan a configurar la nueva mayoría en el poder legislativo.
Ante la militarización de la vida social, adelantada por la “revolución”, en su delirante afán de imponer su proyecto político y desconocer y criminalizar las expresiones de malestar y de quienes abogan por una rectificación de los errores de la actual administración, las elecciones del 6-D constituyen también una oportunidad para reconstruir el carácter civil, deliberativo y democrático del Poder Legislativo, y por ende, de lo que debería ser el debate político en Venezuela.

El 7-D, el país amanecerá con el mismo legado de problemas que la irresponsable inacción oficial ha engendrado durante años, pero con un escenario que debe servir como válvula de escape a la olla de presión de la confrontación y persecución política. La legitimidad, a ser defendida por ganadores y reconocida por perdedores, sin el abusivo ventajismo gubernamental que ojalá no se repita, tendrá como testigo a una ciudadanía que espera una actitud y decisiones acordes a las urgencias de los venezolanos.

@alexeiguerra

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