Planteamientos – La crisis del neoliberalismo europeo

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Pareciese que la situación que vive el “viejo continente” es más grave de lo que se cree. Cada vez son más persistentes las argumentaciones en el cuanto al carácter de la crisis y las instituciones encargadas de buscarle salidas se obstinan en no reconocerlo.
Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, FMI, en las palabras que dirigiese a los asistentes al Foro de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, a finales de septiembre de este año, se pronunció de manera enfática en la necesidad de formular unos “fundamentos económicos sólidos” sobre la base de políticas monetarias y fiscales adecuadas, reorganizar el sector financiero y solventar los obstáculos para el fomento del crecimiento y la creación de empleos, sobre todo para el sector de los jóvenes.
En esa misma línea de trabajo, precisó que “el planeta se enfrenta a un triple desafío: la inestabilidad económica, el daño al medio ambiente y la falta de equidad; aspectos que se alimentan y amplifican entre sí, “por lo que no puedan considerarse en forma aislada”. Razón por la cual, agregó, “que existen tres prioridades: establecer fundamentos económicos firmes, fijar precios justos para una economía verde que permitan una senda de crecimiento mejor que la del pasado y lograr un crecimiento más equitativo, ya que una distribución más equilibrada de los ingresos facilita un crecimiento más sostenido y una mayor estabilidad económica”.
Como puede apreciarse, en el marco de una crisis sostenida que afecta a los principales países desarrollados del globo y, particularmente a la llamada eurozona, el discurso no tuvo nada de alentador y agregó una nueva dosis al creciente escepticismo con el cual desde hace rato viene alimentándose el análisis y los resultados de las medidas que los organismos multilaterales han instrumentado, sin que se perciban como efectivas y eficientes. La crisis continúa, es la conclusión que se advierte.
El organismo rector de las políticas de ajuste macroeconómico, enclaustrado en su visión conservadora y heterodoxa, se resiste a aceptar que las propuestas que ha ensayado, desde finales de los ochenta y sobre todo en los países latinoamericanos, (con la excepción de Chile y ya sabemos el costo político y social que ello acarreó), no lograron solventar la situación heredada de la denominada “década perdida”. Por el contrario, contribuyó a agudizarla.
Hoy, afirman los expertos, que al igual que a la economía japonesa le tocó vivir en los noventa, su “década perdida”, de manera similar la economía estadounidense se resiente aún de los efectos perversos de la burbuja financiera que explotó hace cinco años y cuya onda expansiva irradió hasta Europa. Las tradicionales decisiones económicas y las medidas fiscales y monetarias, tomadas al margen de la agenda política, parecen revelar que la plataforma institucional que le sirve de base, también está haciendo aguas.
Boaventura De Sousa Santos, profesor de la Universidad de Coimbra (Portugal), al examinar la situación europea, en una entrevista que le hiciera Ana Pardo de Vera, en Madrid, (15/ 06/ 2013), sostiene que el neoliberalismo ha arrastrado consigo al proyecto de la Unión Europea. Este se basó en dos ideas potentes, sostiene: la de evitar las guerras mundiales (promovidas ambas por el mismo país), y la de eliminar las periferias existentes desde el siglo XV: los países nórdicos, el sur de Europa (España, Portugal e Italia), el sureste (Balcanes y Grecia) y el este europeo.
Reitera que con la intervención neoliberal se acaba con el último bastión del Estado social y los derechos en materia de salud, educación, vivienda, sistema de pensiones, etc. Plantea que el FMI, cuyas medidas han generado tanta pobreza, tanto sufrimiento, debería propiciar una reparación civil y ser demanda en un tribunal internacional. Se asiste, subraya, a un conflicto entre democracia representativa y capitalismo y está ganando el capital. La deuda social aumenta.
En perspectiva, dice, lo que sigue es un período post- institucional (Después de las instituciones), porque las instituciones del Estado no responden y la gente no se siente representada por ellas. La arrogancia colonial le impide ver lo que está ocurriendo en algunos países suramericanos.

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