El inspector

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En mi infancia al escuchar el vocablo “inspector”, la referencia obligada era recordar al bigotudo inspector Willoughby, muy pequeño y lento pero muy hábil a la hora de enfrentar a los malhechores aplicando su dominio del judo.
También recordamos al Inspector Fabio Fobia de “La Pequeña Lulú”, encargado de vigilar a los niños y evitar que falten o se evadan de la escuela, y que trata de capturar a Lulú o Tobi, quienes generalmente son inocentes, pues salen de la escuela para hacer unos encargos de sus compañeritos.
Finalmente cómo no recordar al calvo inspector Clouseau de “La Pantera Rosa”, con su gran lupa redonda y su supina torpeza para resolver los casos, con su voz afrancesada, acompañado por el Sargento Dodó, inmersos siempre en situaciones muy jocosas.
Nuestros hijos en las últimas tres semanas, además de enterarse del significado de la palabra saqueo, han sido testigos de la aparición de esta nueva figura del régimen: el Inspector. Y resulta por demás incongruente ver por ejemplo al Ministro de Ciencia y Tecnología inspeccionar una afamada tienda de ropa interior; al Ministro de Agricultura y Tierras inspeccionar una tienda de bicicletas, sólo por citar dos. Se entiende que son altos funcionarios del gobierno, pero ante estas insólitas imágenes cabe preguntarse: ¿cuál verdadera competencia (de orden técnico) pueden tener para ejecutar funciones que se supone deberían recaer sobre funcionarios del Ministerio de Comercio, Sundecop, Indepabis?
Conocer la estructura de costos de cada sector del comercio, para poder determinar de una manera realmente técnica si hay o no especulación, es una tarea titánica que requiere de muchas horas hombre de Contadores Públicos, aquellos especializados en Costos, tal vez incluso de algún Economista, especializado en Finanzas, para realizar cálculos y procedimientos que tienen una avanzada complejidad, incluso para quienes hemos tenido la oportunidad de hacer Maestrías en Gerencia Empresarial.
Visto todo lo anterior, me resulta por demás risible todo el show mediático que el régimen le ha dado a este tema, descrito recientemente por los analistas políticos como “el efecto Daka”, simplemente por tomarlo como una estrategia electorera frente a una elección municipal, a las cuales por cierto el difunto presidente muy poca importancia les daba.
Esta “borrachera” de consumo “socialista” tendrá una resaca de pronóstico reservado en el primer trimestre de 2014. ¡Amanecerá y veremos!

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