#OPINIÓN El Papa León XIV y la Encíclica Rerum Novarum (1891) #9Jun

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Ahora que tenemos un nuevo Papa con el nombre de León XIV, estadounidense y peruano, cuyo segundo apellido es el muy hispano Martínez, políglota que habla la lengua de los indígenas peruanos quechua, revisemos de qué manera el nombre escogido para su pontificado influirá, muy de seguro en su actuación como máxima autoridad sobre 1.400 millones de católicos diseminados en todo el orbe. 

En 1891, hace 134 años, la Iglesia Católica produjo uno de los documentos más importantes y trascendentales en su larga y accidentada historia: la Encíclica Rerum Novarum. Sobre la cuestión obrera, gran acontecimiento ocurrido en tiempos del dilatado y progresista pontificado del papa León XIII. Su largo y eminente pontificado de veinticinco años de duración, se desarrolló entre los años 1878 y 1903. Le toca vivir a este excepcional pontífice en el “siglo largo XIX”, una centuria que se extiende desde la Revolución Francesa de 1789 y culmina con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, un siglo de 125 años, según sostiene Eric Hobswawm. 

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Avanzado en la cuestión social, este papa italiano cuyo verdadero nombre era Vincenzo Pecci (1810-1903), sin embargo, experimentaba visiones con los demonios, “sus crujidos, burlas y blasfemias”, censuraba y prohibía libros, fue el primer papa sin poder temporal sino solamente con autoridad espiritual, publicó 86 encíclicas en un largo pontificado que se extendió por 25 años desde 1878 hasta su muerte en 1903, la más conocida de todas a no dudar la Rerum Novarum de 1891. 

Esta Encíclica se hará muy famosa y polémica por ser la primera que aborda la candente cuestión social de su época, se enfrenta al capitalismo de la libre concurrencia y al materialismo socialista de Marx y Engels y el anarquismo de Bakunin y Proudhon, es decir se pone a tono con la modernidad capitalista e industrial. Tal documento se elabora durante el relevante período que vive la Iglesia después de que se realiza el Concilio Vaticano I en 1869, cónclave que tendrá ecos en el Concilio Vaticano II de 1962 y, consecuencialmente, en la Teología de la Liberación latinoamericana.

Rerum Novarum es más bien una Encíclica de pequeñas dimensiones, unas 60 y apretadas páginas. Comienza con una introducción en la que aborda la cuestión obrera. Luego, en el siguiente aparte, ataca las doctrinas socialistas, “un remedio perjudicial para el obrero”. Le sigue Una solución propuesta por la Iglesia, que condena la lucha de clases marxista. Inculca a los ricos sus deberes de justicia y caridad, y aboga por la creación de obras de caridad. En la Parte II, aconseja la Iglesia al Estado promover y defender el bien del obrero, propone la creación de organizaciones obreras católicas. El Epílogo de la Rerum Novarum dice enfáticamente: “Aplíquese cada uno a la parte que le toca, y prontísimamente; no sea que con el retraso de la medicina se haga incurable el mal, que es ya tan grande. De leyes y ordenanzas previsoras los que gobiernan los Estados; tengan presentes sus deberes los ricos y los amos; esfuércense, como es razón, los proletarios: suya es la causa; y puesto que la Religión, como al principio dijimos, es la única que puede arrancar de raíz el mal, pongan todos la mira principalmente en restaurar las costumbres cristianas, sin las cuales esas mismas armas de la prudencia, que se piensa son muy idóneas, valdrán muy poco para alcanzar el bien deseado.” 

En 1891 León XIII publicó la Encíclica Rerum Novarum (Cosa Nueva). En ella se trazaron las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia con cierto retraso y algunos anacronismos, condenando con acritud los excesos del capitalismo y la burguesía, pero también la lucha de clases marxista y el anarquismo de Bakunin. Se defendía la existencia, en una defensa a ultranza, de la propiedad privada y se rechazaba el socialismo de Marx y Engels porque era considerado erróneo y materialista. León XIII calificó al socialismo de “un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna”. Recordemos que en el siglo XIX triunfa la filosofía cientista, anti metafísica y materialista del positivismo de Comte, Haeckel y Spencer, Darwin publica El origen de las especies en 1859, el famoso Manifiesto Comunista estremeció al mundo en 1848 con sus palabras iniciales: Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo, a lo que se agrega que El Capital ve la luz en 1867, Renan publicará su controvertida Vida de Jesús en 1863, y que el sangriento 1° de Mayo ocurre en Chicago en 1886. 

La Encíclica pretendía que se alcanzase la convivencia social a través de la justicia y la caridad como medios para solucionar los conflictos. En feliz intuición prevé que el Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Pero, además, la Iglesia promovió la creación de asociaciones y sindicatos católicos. Rerum Novarum cambió la Iglesia Católica para siempre, abriendo una Tercera Vía distinta al capitalismo y el socialismo, como cuando dice:   “Efectivamente, los aumentos recientes de la industria y los nuevos caminos por los que van las artes, el cambio obrado en las relaciones mutuas de amos y jornaleros, el haberse acumulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la multitud, y en los obreros la mayor opinión que de su propio valor y poder han concedido, y la unión más estrecha con que unos a otros se han juntado y, finalmente, la corrupción de las costumbres, han hecho estallar la guerra.” 

El teórico marxista italiano Antonio Gramsci decía en 1930 que la acción social de la Iglesia Católica, la argumentación central de la Rerum Novarum, se basa en cuatro principios: Primero: La propiedad privada como derecho natural, aunque subordinada al bien común; Segundo: las diferencias sociales de clase como disposiciones de Dios; Tercero: la limosna y la caridad como deber cristiano; Cuarto: la cuestión social como problema eminentemente moral y religioso a ser resuelto a través y consecuencialmente de la caridad cristiana. 

En una acerba crítica de la Encíclica, José Antonio Ullate Fabo sostiene que el concepto de propiedad privada de la Rerum Novarum no se desprende, como León XIII pretende, ni del Evangelio ni de la razón natural o filosofía del sentido común de Santo Tomás de Aquino, sino que existe una conexión del pensamiento del papa Pecci en lo relativo a la propiedad con la filosofía empirista de John Locke (1632-1704). En su esencia la propiedad de León XIII es la propiedad santa e inviolable del liberalismo y de la burguesa Revolución Francesa.

El famoso sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (1925-2020) dice que si Marx hubiera leído los escritos de los cristianos, y si León XIII hubiera leído a Marx, no existiría hoy este conflicto entre marxismo y cristianismo. Pero ni a Marx le interesaba la Iglesia, ni a León XIII le interesaba Marx. A pesar de ser él tan culto, escribió la Rerum Novarum sin haber leído El Capital que por aquel entonces ya tenía 30 años de publicado.

Habemus Papam desde el 8 de mayo de 2025 en la persona de un hombre excepcional, Robert Prevost Martínez, Papa número 267, a quien se ha vinculado con una Iglesia Católica extraeuropea, la que no fue cómplice de las crueles colonizaciones de Asia, África y América, identificado con las ideas maestras de Francisco, su predecesor, que conoce de las agudas miserias de los campesinos pobres e indígenas del norte de Perú, que seguramente conoce la Teología de la Liberación del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, tiene el enorme reto de desoccidentalizar la Iglesia y, como si fuera poco, despatriarcalizarla del dominio machista que ha envilecido a esta milenaria institución al negarle protagonismo a la mujer, dice el teólogo brasileño Leonardo Boff.

Se abren nuevos tiempos para la Iglesia Católica en tiempos de la temible Inteligencia Artificial, el voraz capitalismo digital, del genocidio abierto de Gaza, el dramático cambio climático, las migraciones, el caótico gobierno de Donald Trump y la posibilidad cercana de la eliminación del celibato sacerdotal. Entonces será una nueva primavera de la Iglesia, agrega Boff, que se volverá tanto más universal cuanto más cuestiones universales asuma y contribuya a dar respuestas humanizadoras.

Luis Eduardo Cortés Riera

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