Suele decirse que Venezuela es un país inmensamente rico. Y la realidad muestra que su condición es cada vez más pobre. En este aspecto, las ciencias sociales son claras: la verdadera riqueza de un país proviene de la importancia que el gobernante le asigne a la educación, como derecho humano y deber social fundamental, como función indeclinable y de máximo interés en todos sus nivele, procede o tiene origen en el respeto que el gobernante mantenga hacia las instituciones, los poderes públicos y la sociedad en general, a lo que se agrega, en nuestro caso, los ingresos que se obtienen del petróleo y de su hierro, los cuales deben ser distribuidos en una forma honesta y racional; pero aún cuando hubiere mayor honradez administrativa, si no hay un sistema de prioridad en las inversiones públicas, si el país no tiene la convicción de que existen una serie de problemas básicos cuya solución es indispensable, no estaríamos respondiendo al reto, al desafío que a los venezolanos se nos presenta. Al reto de ser un país paradójicamente de los más ricos de América latina, y uno de los más saturados de problemas y calamidades en América.
Hoy el horizonte es terriblemente oscuro. Sin embargo hay posibilidades concretas de hallar la luz, sustentada en una visión realista, con optimismo en la Venezuela, tal como es, que se expresa y justifica en la acción, que ni los tormentos desgarradores ni las sibilinas promesas de un bienestar aparente ha sido capaces de desviarla de su decidida vocación democrática; la luz ha aparecido de la mano de la unidad de las fuerzas democráticas, que no es expresión individualista, de un solo hombre, sino que esta signada por un pacto de unidad, testimonio expreso de la voluntad concordante de todos los venezolanos de inspiración democrática que cada día bregan por la superación espiritual material de su país, de un plan estratégico que ha centrado su atención en la educación. Allí está la clave. En aumentar la calidad del capital humano y mejorar su asignación en la economía. Como sucede en aquellos países más desarrollados, que hacen del incremento y la asignación del capital humano una cuestión de Estado.
Área de la educación que reclama en Venezuela un esfuerzo singular es la del adiestramiento de mano de obra, la de la formación del personal especializado, en el manejo de la maquinaria industrial. El problema de la formación técnica de trabajadores especializados ha sido abordado en algunas naciones, Chile y Brasil entre ellas desde hace varios años, en otras como es el caso de Venezuela la realidad es alarmante.
La educación, el camino seguro
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