Zoyla Rosa de Valenzuela, a sus 102 años de edad: “Todavía me quedan muchas cosas por ver”

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Un siglo de historias tiene la señora Zoyla Rosa de Valenzuela, quien cumplió el pasado 27 de junio 102 años, una celebración que pocos pueden contar.

“A mí no me gusta que me digan vieja, yo me siento joven”, dijo sonriente la madre de 10 hijos, con 22 nietos, 16 bisnietos y 2 consentidas tataranietas.

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La mayor tiene 81 años y el menor 60 primaveras.

Tuvo otros dos hijos, pero ambos murieron pequeños a causa de bronconeumonías. Se llamaban Pastor y Luz María.
Una de sus hijas, que lleva su mismo nombre, contó que hace unos años había una persona que ayudaba a la señora Zoyla en los oficios de la casa.

“Mi mamá me llamó y me dijo que viniera inmediatamente. Y muy seria me comentó: Dile a esa señora que no me siga llamando vieja, porque yo no soy ninguna vieja”, contó entre risas.

Aclaró que con mucha pena le dijo a la señora que nunca más le dijera a su mamá: “viejita”.

Sus hijos llevan por nombre Wilma Rosa (80), Emma Cecilia (79), Víctor “El Negro” Vicencio (77), María Antonia (74), Francisco Abdenago (70), Zoila Pastora (69), Sheyla María (67), Deyanira (65), Karyna (63), y Abdenago Antonio (60).

-¿Qué recomienda para llegar a su edad tan bien?

-Que se acuesten temprano, que coman bien y que dejen las preocupaciones.

Zoyla nunca ha comido “chatarra” o comida rápida, siempre su alimentación ha estado basada en comida casera, verduras, sopas y carnes varias.

Cuenta con total lucidez, lee sus libros y revistas, y sigue siendo la misma mujer observadora que ha caracterizado su personalidad.

Padres amorosos

Siempre estuvo dedicada a su hogar. Su esposo se llamaba Abdenago Valenzuela Giménez, un hombre de Quíbor que se enamoró de la alegría de Zoyla y su larga y negra cabellera.

“Tenía amigos como Eligio Anzola, Macías Mujica, Hermann Garmendia, y jugaban en la cuadra de nuestra casa la candelita y el juego de ladrón librado, donde unos eran policías y otros ladrones, y hasta que no agarraran al último ladrón no se acababa”, dijeron sus hijos.

Relataron que ellos eran adolescentes y se sentaban a ver a su padre y a sus amigos jugar.

“Era muy gracioso ver a esos señores ponerse a jugar de esa manera”, contaron al recordar la casa materna ubicada en la carrera 18 con calle 31, la cual vendieron después de la muerte del señor Valenzuela en el año 1974.

Pero el padre no era el único juguetón, la señora Zoyla, con una cabellera que le llegaba hasta las rodillas, dejaba que sus hijas le lavaran el cabello en la batea, como si fuese una ropa, luego se lo peinaban y trenzaban.

“Jugábamos en el agua lavando el cabello de mi mamá hasta que ella decía muy seria: Ya está bueno pues”, relataron entre sonrisas.

Respeto y comprensión

Recalcó que el respeto es lo básico para la enseñanza y crianza de los hijos.

“Ahora yo veo que los muchachos no tienen respeto, no saben cómo respetar”, expresó la señora Zoyla Rosa.
Dijo que antes los hijos les hacían caso a sus padres con tan sólo una orden o una mirada, pero en la actualidad ella ha observado que le responden o salen con malas crianzas a las personas mayores.

“Hay que hablar con los hijos, aconsejarlos, nada de ofensas o gritos. Así crié a mis hijos y ellos a los suyos”, precisó Zoyla.

Una sorpresa

Con una dulce sonrisa, Zoyla Rosa habló sobre la fiesta que le hicieron sus hijos, nietos y tataranietos con relación a su cumpleaños número 102.

“Al mediodía vinieron y me dijeron que me arreglara porque íbamos a visitar a otro de mis hijos. Cuando llegamos veo a mi hija que vive en Oriente, y a los que viven en Caracas y todavía les pregunté: ¿Qué andan haciendo”, dijo.

Contó que fue una verdadera sorpresa, porque todos se reunieron alrededor para celebrarle un nuevo año de vida plena.
Allí bailó unos pasos de vals con sus hijos varones, porque desde hace cuatro años debe caminar con andadera después de una fractura de cadera.

“Los médicos no quisieron operarla por la edad, sin embargo, quedaron sorprendidos cuando vieron las radiografías y lo bien que se recuperó”, contaron.

Sus hijos, dijeron que tener a su madre bien y con más de un siglo de vida es una bendición divina, porque han podido disfrutarla por tantos años juntos como familia.

Por su parte, Zoyla dijo que está muy feliz de los hijos que tiene, puesto que ninguno le ha faltado.

Al despedirnos de la entrevista tomó fuerte nuestras manos y dijo: “los espero el año que viene para un almuerzo que les haré con mis propias manos”.

Sus hijos rieron y ella agregó: “Yo quiero vivir al menos unos ocho años más, porque todavía me faltan muchas cosas por ver”.
Fotos: Simón Alberto Orellana

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