#opinión: Por la puerta del sol – Los tiempos de Dios son siempre perfectos por: Amanda N. de Victoria

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“Con frecuencia, los hombres se odian unos a otros porque se tienen miedo; tienen miedo porque no se conocen; no se conocen porque no se pueden comunicar, no se pueden comunicar porque están separados” (M. Luther King)
A lo largo de estos años hemos tratado de entender las necesidades de unos y otros, sus preferencias políticas, sus decepciones, conformismos, sus por qué, sus sueños etc. ¿Y qué hemos visto? Hemos visto en toda su manifestación la violencia desatada, la crueldad, la deshumanización, la falta de humildad, de respeto, de tolerancia, el desprecio hacia los demás, la constante burla, el sarcasmo, la venganza y el perenne puño amenazante de un hombre lleno de rencores. Todo esto ha erosionado el alma y vida de los gobernados que no estaban acostumbrados a ser humillados ni escarnecidos inmisericordemente, como viene ocurriendo durante estos últimos aciagos años. Era gente que vivía de forma sencilla, en armonía, sin envidias, respetando cada uno las ideas políticas de los otros y la forma de pensar de cada cual, su manera de vivir, que tenían sus negocios, su casa y propiedades (Derechos consagrados en la Constitución). Todo esto ha ido cambiando con las nuevas ideologías mal interpretadas, tanto por los gobernantes de turno como por los adoctrinados que todo lo han ido convirtiendo en engaño, violencia y gran intolerancia hacia quienes piensan diferente. Eran tiempos en que no había tanta inseguridad, tan alta inflación, tanta delincuencia, ni tanta podredumbre.
El paquetazo que implantó el jefe y que pretende seguir imponiendo (que ha pasado del socialismo del siglo XXI al comunismo del siglo XXI), lo hizo con miras a vivir como su mentor cubano, como un rey en su propio mar de la felicidad, perdido en la obsoleta visión de un país hecho a capricho y a su medida hasta la muerte, condenando a la desolación y desamparo al pueblo que un día se dejó convencer y creyó en sus mentiras… Tarde que temprano el pueblo tenía que despertar para darse cuenta hasta dónde lo habían llevado las tretas, la mentira, el odio y la ciega confianza puesta en quienes nunca tuvieron la mínima intención de cumplir nada de lo prometido, ya que su meta era hacerse a puestos que los convirtiera en potentados y temidos. De todo esto salió la expresión aquella de “Esta revolución es pacífica, pero armada” solo con el ánimo de infundir miedo a las masas y frenar cualquier asomo de rebeldía. Se acabó el miedo. ¡Aleluya! ¡El pueblo ha despertado!
El cambio llega sobre los hombros del gigante que devolverá al pueblo todos sus derechos y libertades, que pondrá todo en orden, trayendo seguridad, justicia, tranquilidad, trabajo, equidad, que trabajará por todos y para todos, que hará respetar y respetará las ideas, pensamientos y expresiones de todos los ciudadanos por igual.
Por obra y gracia del cielo surgió el David que se atrevió a enfrentar al fiero Goliat, cuyas embestidas lograron arrodillar y llenar de terror el ánimo de los más atrevidos, adinerados e indomables sujetos. Arrogante que fue capaz de condenar a los hijos de la patria a exiliarse en otras tierras, que no conoce la compasión ni ha habido ley que sea capaz de frenar sus instintos desatados. Es en este preciso instante de la historia en el que fortalecidos y dispuestos los ánimos, todos saldremos en masa el 7 de Octubre a votar por el valiente que ha calado hondo en el corazón de la gran mayoría, que ha podido vencer de frente y con coraje al atemorizante Goliat. Es en momentos como este, en que todos entendemos por qué los tiempos de Dios son siempre perfectos.
Para una buena reflexión, comparto con los lectores parte del poema “Libertad” de la barquisimetana Cecilia Suárez Cordero:
“Lo que me quema por dentro es la libertad, libertad de palabras, de pensamientos.
Lo que me nubla los ojos, no es el llanto, es la ira de siglos reprimida,
Es el desdén de mando, la vanidad, la envidia.
Lo que mis ojos ven es el presente, un presente
Con ansias de libertad,
Unos labios que traen una palabra de aliento.
Una palabra que es fuego, un fuego que quema,
Una palabra que quema y que abraza:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
Termina el tiempo de la indecisión, llega el de la acción. Vamos todos a votar por justicia y libertad.
¡Alea jacta est! (J. C.) ¡La suerte está echada! Los tiempos de Dios son siempre perfectos.

 

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