#EspecialDeporte: Profesión, periodista deportivo

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Muchas de las hazañas de los atletas que son llevadas por el delgado hilo de la realidad hasta rozar lo mítico y, en caso extremo instalar a sus autores principales en esa morada de dioses llamada Olimpo, es una osadía que tiene como protagonistas a los verdaderos artesanos del hecho, a la vez artesanos de la palabra, los cronistas deportivos, quienes, por la reciente celebración del Día Nacional del Periodista también tienen opción a una alabanza por la forma como pueden trepar, meterse en las entrañas del binomio hombre-acción para moldearlo en estilos particulares y llevarlo a un aficionado que se deja arrastrar por la sed y el hambre de información.

Una buena cuota de autores de espeso recorrido como el caso del Nóbel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, han hendido su diente en la fantasía del mundo deportivo para reflejar casi de idéntica manera sus conclusiones en el sentido de acompasar las crónicas con acciones y protagonistas apartados de la realidad para instalarlos en el efímero mundo de lo mítico.

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Eduardo Galeano, autor de raíces uruguayas en su libro “El fútbol a sol y sombra”, en frases cortas y pequeñas triangulaciones deja entrever los propósitos: “… Pero Pepe Schiaffino (Juan Alberto) con sus pases magistrales, armaba el juego de su equipo como si estuviera viendo la cancha desde lo más alto de la torre del estadio, y el Pardo Abbadie (Julio César) deslizaba la pelota sobre la línea blanca de la orilla y corría con botas de siete leguas, hamacándose sin rozar la pelota ni tocar a los rivales: yo no tenía más remedio que admirarlos, y hasta me daban ganas de aplaudirlos”.

El periodismo deportivo no tiene esencia en las universidades venezolanas. Sobre la base de las “pastillas” que suelen edulcorar el ejercicio de la profesión, sin instrumentos, el cronista deportivo tiene su formación casi autodidacta. Los pasillos de las redacciones de los medios y de los escenarios, más el cotarro y el cara a cara con los atletas, son los que moldean su espíritu, sus afanes.

El Impulso, casa de conocimientos, ahora con naturaleza de decano por la desaparición de antecesores, ha sentido en sus venas, generación tras generación, cronistas de raigambre como la gruesa pluma de Alfonso Saer Bujana todavía vigente, quien, plagado de sapiencia, conocimientos y excelentes maneras ha podido trasegar por más de cincuenta años en la crónica deportiva.

En la última década, una nueva camada, fraguada también en los pasillos de las vivencias del día a día, rebasadas en un primer paso las exigencias académicas, ha podido franquear puertas y consolidar, también de manera efímera, al igual que los atletas, un equipo de trabajo (team work) que no tiene más premio que la satisfacción del deber cumplido después del desborde de pasión que motoriza cuerpo y alma por facturar a sus lectores el producto de sus andanzas, enriquecidas todas por el paso de los años.

Un cuarteto de tres

El juego de las palabras permite identificarlos de esa manera, un cuarteto de tres, porque los equipos suelen tener altas y bajas y en fracción de segundos, sobre las últimas horas, Alejandro Reyes Panfil, toma otros derroteros y con gran sentimiento deja desde esta semana la redacción deportiva.

Carlos José Méndez, Francisco Javier Vega, Alejandro Reyes y el benjamín, Roger Ortiz, referidos en forma cronológica por su entrada a la empresa, salidos todos de la Universidad Fermín Toro, casi como hermanos enfrentan el día a día. Son las firmas que usted conoce y que le conceden personalidad y estilo al hecho deportivo tratado en esta casa periodística.

En ellos está, en el pasillo más bullicioso de la redacción, casi que con estropicio, el escrutinio final, por ejemplo, a la medianoche, de un Cardenales-Caracas o de más temprano porque no hay hora, un Barcelona-Real Madrid, para luego plasmarlo en esas “cajitas” de los últimos tiempos, que antaño, para mejor ilustración de los lectores, se conocía como desafiantes cuartillas que en sus veinticinco líneas querían devorarse a quienes la querían emborronar.

Carlos José Méndez, ávido en el pergeñar información deportiva en sus tiempos de mozalbete, con gatear periodístico en el desaparecido Diario Hoy, con aliento académico después, un poco más allá de dos lustros se adentró en la redacción deportiva y adoptó como fuentes principales el ciclismo y el fútbol, en las cuales se destaca ahora en el ámbito nacional.

Manillar en mano empezó a rodar en la parte trasera del pelotón, luego avanzó hasta la parte intermedia y ahora aparece en la cabecera por la calidad de sus escritos, condición que en forma paralela lo distinguen en el desempeño administrativo interno al ser guía del grupo en ausencia del titular.

En el balompié, Méndez, en sus avances, por el cuido de los detalles ha penetrado rápidamente franjas insospechadas que lucran lo individual y lo colectivo, para orgullo de todos.

Francisco Javier Vega, prolijo en su quehacer periodístico, se ha convertido, pese a su estatura, en un rebotero de postín por el conocimiento profundo, garganta adentro del deporte de los tableros y las canastas, sin desdeñar el casi obligado trato a diario de otras disciplinas, lo que le concede mayor mérito, amén de sus condiciones de gran compañero, en las buenas y las malas, además de la ardua tarea asumida en los últimos años, la briega y la puja sindical, la cual también ha podido sortear con éxito.

Vega, desde la trinchera del básquet hace frente a todas las categorías, desde la mini, en la que la superlación es comidilla diaria, hasta el seguimiento cronológico y estadístico a Greivis Vásquez, sin olvidar el desempeño de los basqueteros criollos en el exterior, tarea que muchas veces lo ha llevado a asumir roles de andariego para adentrarse en citas de corte internacional, suramericanos por ejemplo.

En lo local, sus límpidas crónicas sobre Guaros de Lara son la enseña, el norte, la brújula de los seguidores de la disciplina que se mientan por miles en el Domo Bolivariano, sin olvidar su tránsito por la radio y televisión larense, con ligeros despuntes en la TV nacional.

Roger Ortiz es el benjamín del grupo, cuatro años en la redacción es suficiente para señalarlo como el dicharachero y rompe silencios por sus carcajadas, como debe ser, sin sordina. Hasta los momentos, en trazo grueso, su circular por diversas fuentes deportivas le ha permitido ensalzarse de lo bueno y lo malo del deporte larense, a la par, con paso firme, afianzarse en la toma de mayores conocimientos en el béisbol, fuente que ahora asume el reto de llevar a diario: Cardenales de Lara, béisbol profesional venezolano, Grandes Ligas, entre otros, debido a la partida de Alejandro Reyes.

En la parte final, con deje de tristeza, Alejandro Reyes, quien, con mano diestra y paso seguro tomó la escalada del béisbol rentado en los últimos años, tarea que asumió con inmensa responsabilidad y seriedad al saber de las exigencias del aficionado larense, sin olvidar que sus apuntes iniciales, los que nunca quiso abandonar, estuvieron en el tenis, especialmente el de seguimiento a las raquetas venezolanas en el exterior. Hoy, con golpe de timón sorpresivo abandona la nave.

Así, día a día son las andanzas en el pasillo de deportes, ese en el que la luz de las luminarias nos arropa con gran fuerza por las noches hasta querernos doblegar, pero una frase de Víctor Hugo, contentiva de los “pequeños detalles” nos alienta: “Los pequeños detalles, creemos que lo hemos dicho, son, por así decirlo, el follaje de los grandes sucesos y se pierden en la lejanía de la historia”.

 

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