El prodigio del arpa de Requena

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Un cantor de la sabana, de esos que abundan, lo definió de esta manera en una estrofa no exenta de metáfora: “El folclor se ha guarecido bajo exigua y rara carpa, techo tú le has ofrecido bajo el cordaje de tu arpa”. Era una forma de expresar con el canto todas las cosas que significó el gran Lelis Requena, arpista y músico singular y  quien por muchos años irradió un talento muy particular abrazado a su “camoruca”, como suele  decírsele en la llanura al antiquísimo instrumento.  Requena era oriundo de un pintoresco poblado llamado  Bella Vista,ubicado muy cerca de Valle de la Pascua, a unos veinte kilómetros y a orillas de la carretera nacional que conduce al Socorro y a Santamaría de Ipire,  importantes poblaciones guariqueñas. Con su familia se dedicó a las comunes faenas del llano y claro está que parte de su tiempo lo invertía en sus prácticas musicales, en un apartado rincón de su humilde vivienda. ¿Sería acaso que Lelis captaba en su mente, oído y  corazón el canto del turpial mañanero que cada día escuchaba, nomas al levantarse,  y lo entremezclaba en las cuerdas sonoras con el resultado de una hermosa melodía?Y no solo de  esa singular ave amarilla y negra de dulce canto, sino, asimismo, de  esas otras canoras que pueblan la llanura y que enternecen el ambiente con esos bonitos  y suaves sonidos que llegan al corazón.Quien sabe.Pero, fijémonos bien. El grandioso Beethoven estableció que las vibraciones en el aire son el aliento de Dios hablándole a las almas y que por eso la música es parte del lenguaje divino. En eso no exageró para nada el eximio músico,  porque es Dios, realmente,  el que dota de lo sublime, y en ello entran de igual modo los pájaros cantores que citáramos más arriba, por ser  parte de su Creación.

¿Cómo olvidar aquellos fines de semana en Las lomas de Lino,  lugar sin igual  en la Princesa del Guárico,  donde la música llanera era la prestigiosa y engalanada  invitada que enaltecía aquellos momentos en que los llaneros se daban cita después del diario ajetreo del campo y se “perdían” en un raro éxtasis prodigado por la música de Requena? Cuando sonaba un pasaje en las prodigiosas manos de Lelis, comenzaba aquel “viaje” mental de los  enmudecidos presentes. Y debió aparecerles,cual figura mágica, la llanura en todo su esplendor, con sus árboles multicolores y un horizonte inmenso con un azul que impregnaba el alma sutilmente. Y al parar el arpa, se volvía a la realidad y quedaban allí, circundantes, las figuraciones.

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Y no se diga cuando Requena tocaba un sabroso joropo con un ritmo extraordinario que no se parecía a ningún otro. Y ahí estaba, justamente, ese “no se qué” que invadía rápidamente los sentimientos. Y en una actitud, semejante a la robótica, se levantaban los asistentes a buscar pareja,  sin exceptuar a los menos bailadores e incluso a los que jamás lo habían hecho. En una especie de hipnosis colectiva, las personas se erguían como impulsadas por un rayo que salía de aquellas cuerdas que invitaban al baile mas allá de la propia voluntad  rendida ante el encanto. Y se cumplía con la cita, previamente acordada,  en los siguientes términos: “Nos vemos en las Lomas de Lino, que va a tocar Lelis Requena”. Y eso bastaba para que acudiera todo aquel que sabía de la invitación y de que personaje se trataba. Y eran muchos porque la voz se corría y andaba de boca en boca.

Pero es que los prodigiosos sonidos del arpa de Requena no se quedaron allí, en el sencillo cuarto del dormitorio. No podía ser así. Jamás. Obviamente. ¿Por qué privar a la multitud de ese don divino con el que fue dotado Lelis? Y así, él y su arpa emprendieron un viaje que no se detuvo en la geografía llanera, sino que traspasó también los límites de su patria y fue a dar a lejanas tierras causando una gratísima impresión en todo aquel que lo escuchaba, por su deslumbrante e impecable forma de producir limpios acordes y bella armonía musical que invitaban a soñar despiertos. Y para muestra un botón, para decirlo en palabras llanas. Óigase un popurrí que hiciera con varios temas instrumentales del folclor paraguayo donde incluyó el hermosísimo, único y famoso  “pájaro campana”, conocido en el mundo entero y cuya  versión del guariqueño  es tan brillante como las hechas por los arpistasAlfredo Rolando Ortiz y Félix Pérez Cardozo, reconocidos internacionalmente por ser eximios del arpa,   cubano el uno y paraguayo el otro.

Lelis Requena, si se quiere, vivió pocos años. Una cincuentena, más o menos. Una enfermedad que tuvo lo disminuyó físicamente hasta que tuvo que rendirle cuentas al Creador. Pero su recuerdo será permanente entre los que lo conocieron por su  impecable legadomusical y además por su innegable calidad humana, su responsabilidad paterna, sencillez y amistad.

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