“Trabajen sin usar al partido como comodín para sus andanzas”.
Luego de que este lunes el ingeniero Sergio Borgel, miembro del Comando Tricolor, emitiera un artículo de opinión en EL IMPULSO, expresando las supuestas realidades que mueven las esencias de la organización partidista de Acción Democrática, partido en el que según él nació, creció y se formó, saldo al paso ante este concepto personal divulgado por Borgel quien aseguró entre las líneas, sentirse hereditariamente romulero, reprochando y/o criticando a su vez las particularidades del partido blanco como organización.
Es imposible ser genéticamente romulero, cuando lo pasamos entre aduladores de una franquicia económica representada en el poder del erario público, ya que eso siempre lo aborreció nuestro fundador Rómulo Betancourt, quien jamás se empolló bajo el ala de enemigos del partido para beneficiarse económicamente.
AD no es un domo rector de “activos”, como asegura Sergio Borgel; Acción Democrática es propiedad de sus bases y de su pueblo. Estos comentarios son deformaciones morales y éticas que algunos exhiben como babero frente al gobernante empleador.
Es una cuestión de principio que no puede manipularse con nuestro policlasismos que refleja alianzas ideológicas, movilidad social, no económicas a la luz del contrato de obras públicas, que soborna la consciencia ubicando como “mequetrefe” al que se entrega por unos duros a la lisonja del poder.
Cada comentario formulado por Borgel es argumento calichoso acerca de la extinción de la democracia interna.
Cada palabra de Sergio “suena a bisutería argumental para justificar las marchas y contramarchas de aquellos vividores del partido que portan las letras de nuestra organización para entrar a la alcaldía y gobernación regida por militantes y amigos, cambiando la carpeta cuando el administrador es del PSUV, una forma muy folclórica de entender el mensaje refrescante con la consulta de los nuevos tiempos, desdoblándose cual Poncio Pilatos en cada uno de sus actos.
El disenso no se favorece ni se enriquece con el contrato de obras en el maletín de marras, el fervor popular va y viene en la capacidad de entender y orientar el momento y su contexto, no adornando escenarios contradictorios, tapizados con una conducta cuestionada con valores ajenos a la cultura del partido.
Quien no tiene eco en la militancia partidista, son los que abandonaron la nave en tiempos difíciles, quienes hoy ilusamente en actitud mediocre pretenden entregarnos a la caja chica de la 25, en cometido copular y cogoyérico de nuestros enemigos históricos y los resentidos tradicionales frustrados.
En el partido hay debate, lo que no hay es venta de nuestra historia al mejor postor. Hay fuerza moral, ética y política para defender nuestros postulados, sin complejo de ningún tipo. No tendrán de nuestra parte el silencio cómplice. La fuerza de nuestra juventud exige respeto.
